La crítica más severa a la repetición de las elecciones era que no se
puede concurrir de nuevo tras el fracaso con la misma oferta, los
mismos candidatos e idénticos planteamientos y pretensiones. El pacto
alcanzado por Podemos e Izquierda Unida, viejos camaradas separados por
razones estratégicas, supone una novedad que cambia el paso electoral y
abre nuevas hipótesis.
Sumar los votos de ambas formaciones es demasiado simple, el pacto va
más lejos, tiene más implicaciones que se notan nada más escuchar a los
protagonistas. El pacto se presenta no tanto como el camino para
desbordar a los socialistas como cabecera principal de la izquierda como
una estrategia para competir y alcanzar a los populares, para desplazar
a la derecha. Ese va a ser el mensaje central de la coalición, repetido
machaconamente a lo largo de las próximas semanas.
Un mensaje que pretende movilizar y atraer a los votantes
decepcionados que les quedan a los socialistas. Un planteamiento
ambicioso por parte de Podemos que se propone objetivos grandes (escalar
los cielos del poder) como condición necesaria aunque no suficiente
para ganar.
Ningún sondeo permite concluir que la suma de Podemos, sus
confluencias e Izquierda Unida (seis millones de votos el pasado 20 de
diciembre) puedan competir con ventaja frente a los 7,2 millones del PP
(sin olvidar los 3,5 de Ciudadanos), pero presentado como fórmula
ganadora puede tener ese efecto imán que bendice a los ganadores. Es la
hipótesis óptima de los estrategas de Podemos, una fusión que consiga
engrosar la suma.
Frente a esa tesis cuenta también la contraria, que la fusión no sume los votos de todas las partes, que cinco más uno no de seis, sino una cifra inferior y que finalmente los socialistas sigan siendo el segundo grupo parlamentario en el nuevo Congreso.
Se puede especular todo lo que se quiera con ambas hipótesis pero
hasta el 27 de junio solo son especulaciones; con los datos reales se
podrán sacar las conclusiones pertinentes. Lo que cuenta ahora es que la
gente de Podemos es la única que hace una propuesta novedosa a los
electores y que sumar voluntades suele ser bien acogido por éstos.
Garzón dulcifica la imagen dura, incluso prepotente, de Iglesias y ese
puede reforzar la primera hipótesis, la de que el pacto suma.
Quedan 45 días para presentar a los ciudadanos las ofertas de todos
los pretendientes, para articular los debates que pueden inducir los
cambios de preferencias que lleven a una composición aritmética que
propicie el pacto de gobierno que no fue posible durante los últimos
cuatro meses.
¿Qué piezas van a mover los demás?, de momento solo ofrecen más de lo
mismo. Los populares esperan que la confluencia de la izquierda
movilice a todos sus votantes por el miedo a lo que pueda llegar, que
por un lado aplasten a los socialistas, que han hecho méritos para ello,
y por otro despierten a los votantes decepcionados del PP, entre un
millón y tres, que les pueden mantener en el poder, incluso aunque haya
que pactar con Ciudadanos.
(*) Periodista
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