Todo esto
se descartó de antemano, y se fue directo al encierro, con
la «humanitaria» morfina y la consiguiente transfiguración de la
habitación en celda de emparedamiento, llegando el caso a quedar uñas
incrustadas en las puertas como aquel que se despierta tras ser
enterrado en el ataúd.
Mucho ha ocurrido cuyos detalles no son conocidos
y parecen sacados del mismo infierno. Hay que destapar estas fosas.
Fueron cosas tan extremadas, brutales e inhumanas, que el día del
Nuremberg, estos monstruos de apariencia humana que ordenaron tanto
horror, verán lo que creían imposible: ser condenados a penas análogas a
las que impusieron para mantenerse en sus adorados sillones, de lo que
se colige que hay que preparar escenario para 17
presidentes autonómicos, 17 consejeros de Sanidad y toda una red de
cooperadores entre profesionales tales como jueces, fiscales, forenses y
hasta periodistas apologistas del encierro.
¿Quién dio la orden de esta obediencia general? ¿Dónde está la
cúspide de la pirámide de mando? La consigna ha funcionado en un amplio
espectro de países de nuestro entorno, de lo que se colige que no es un
producto nacional.
Son los que «en la teoría de la conspiración» (así nos llaman a los
defensores de saber esta cruda realidad) denominamos nuevos amos del
mundo, servidores, a su vez, de otra élite que parece ser el mismo
diablo, enemigo sempiterno de la Humanidad y de la razón. Deben de tener
un «Ministerio del Gerontocidio» en la sombra con un diabólico jefe que
supervise que no se queden los planes de muerte y el sufrimiento por
debajo de sus tasas mínimas.
Y es que, a lo que parece, a estos el hecho
de matar les da vida, vamos, practican una dieta soterrada de
antropofagia o «digieren» como alimento el sufrimiento humano. Qué
terrorífico que es nuestro universo ¿Quién dijo que Dios era todo
bondad? La maldad contra los humanos forma parte de la estructura.
Y por el hilo saldrá el ovillo. La señora Julia era
una mujer de ochenta y pico años que el 28 de diciembre de 2022, día de
los Santos Inocentes, recibió la inyección del descanso eterno en la
habitación 29 de la cuarta planta COVID del hospital madrileño llamado
Clínico San Carlos, tan bueno, seráfico y humano este centro de
sanidad (que conozco bien por ser el de mi zona).
Pero amigo, todo lo
luminoso tiene un lado oscuro, y en otras facetas no tan a la
vista, se instaló una sede de los diablos en dicha cuarta
planta, servida por personal que parecía seleccionado por el
mismísimo Satanás como esa enfermera letal que veremos.
En efecto, fue el caso que a la referida señora Julia se la cargaron a
eso de las diez de la mañana o poco antes, en esa habitación 29 del día
28 que alguna cábala diabólica parece que tomaba juego, la enfermera
acudió a poner una inyección a esta mujer a la que dejaron toda la noche
sin darle agua (esto parece que acelera la muerte por la
deshidratación); ella no paraba de pedir «agua, agua»; su compañera de
habitación lo reclamaba a las auxiliares, pero parecía que aquello
estaba dirigido por algún siniestro propósito ajeno a la salud. La
enfermera de la inyección le dijo: «Reina, con esto vas a descansar«, y
en efecto, al poco dejó de respirar.
Cuando una fisio llega y tras
llamar «Julia, Julia» ella no contesta, da la voz de
alarma, llegan enfermeras con un aparato de electro, hablan muy flojito
para que la otra paciente no se entere, y la presunta asesina, la
enfermera del «Reina, con esto vas a descansar» se muestra con una frialdad total; parece que sabía que la señora Julia iba a morir por el pinchazo.
La familia fue engañada; le contaron una milonga,
aunque estaba muerta desde las 10 a.m. no le avisaron sino después de
las 12 p.m, diciéndole que Julia estaba empeorando y que se temía lo
peor. Mantuvieron entre las 10 y las 4 de la tarde al menos el
cadáver en la habitación, con compañía de otra paciente en contra de
toda norma.
La habitación había mutado, ahora era una «morgue», y a la
otra paciente le traen la comida para que se alimente en compañía del
cadáver, lo que generó protestas por parte de la enferma superviviente, a
lo que la enfermera de la inyección letal razonó: «No se por qué no quieres comer si es tu compañera de habitación, solo que ahora está muerta«.
Los equipamientos humanos eran gente de otro mundo, donde matar y tratar con los muertos no remueve las entrañas.
Alguien debió de llevar a la planta Covid lo mejorcito del hospital,
lo más siniestro y malvado. Qué oscuros personajes se habían escogido
para la planta 4 Covid del San Carlos. ¡La diablocracia es así! Dos
pacientes con el Covid juntos, para auxiliarse entre virus que entre
ellos se comunican: «Oye, hermano Covid, que los míos han bajado, tose
que me lleguen de los tuyos y así vayamos a la par, que matándoles
nosotros, triunfamos».
Habitación cerrada a cal y canto; el cesto de los
trajes de plástico que se quitaban «contaminados» se deja en la
habitación y abierto, todo diabólicamente pensado para que los virus
vuelen libremente.
Al diabólico hospital no se le pasaba nada por alto. A la compañera de Julia le aplicaron un tratamiento peligroso, el remdisivir que
fue usado contra el ébola de forma experimental, sin pedirle el
consentimiento a la paciente (las leyes no rigen estos antros
infernales); afloraron hemorragias bucales y tardó la víctima en
reponerse del tratamiento (y menos mal que ese mismo día de la muerte a
las 4 de la tarde con la vía puesta en el brazo se escapó por el pasillo
de aquel centro de exterminio de pacientes COVID).
Pues si llega a
seguir allí, se hubiera empeorado; la hubieran pasado a UCI; le hubieran
sedado y dicho a la familia que se había puesto mal, como hicieron en
los hospitales públicos con otros tantos pacientes liquidados en
clandestinidad por métodos análogos con ocasión del COVID (no hicieron
ninguna autopsia para que no se supiera el verdadero origen de la
muerte, el de Julia, una sobredosis de opiáceos que le provocó a las 10
de la mañana del 28 de diciembre de 2022 una parada cardíaca por complot
de una enfermera con una dirección medica ejecutora de un protocolo
secreto y criminal de matar ancianos).
Y el director de la Sanidad de
Madrid al tanto y protegiendo de forma activa la no investigación de los
hechos.
Los hechos fueron denunciados, pero había un complot de altos vuelos
para echar tierra sobre el asunto; colocaron a un policía judicial ex
sanitario para que no se supiera la realidad; el policía también fue
denunciado por falsificador de documentos; el juez echó tierra sobre el
caso (tierra que un día volverá sobre él porque el karma pasa factura).
Hoy la causa está en el Constitucional, a tiro de piedra de la
habitación donde ocurrieron los hechos, pero el Constitucional tiene su
particular «embrujo» o «encantamiento».
A la señora Antonia en el hospital murciano «Morales Meseguer» dos
jovencitas MIR le querían llevar a la “sedacion” (para que no sufra) por
una dolencia renal no terminal de la que se repuso. A su compañera de
habitación la iban a sedar en contra de la voluntad del marido, pero con
el consentimiento de los hijos.
Y allí estaba viva despidiéndose de su
familia. Sedadoras letales, eso han pasado a ser estas jóvenes médicas
agentes del infierno. Obviamente que esto es un protocolo de matar
ancianos «para que no sufran». Un «holocausto» en versión sedada,
parecida a la que Hitler usó con los «deformes», que está funcionando
con la indiferencia de la policía, los jueces, fiscales y hasta los
medios de comunicación.
Pero no todo son malas noticias. La potencia para destruir esta
infernal máquina y destronar a toda esta inmundicia o escoria humana, ya
esta aquí. No son estas fuerzas oscuras omnipotentes.
La Naturaleza
es sorprendente y funciona al modo de una pirámide sin fin, donde
siempre hay algo superior a lo que se cree lo más alto, y todo poderío
como toda enfermedad, tiene un plazo de vigencia, y sabemos que
hasta algunos se curan de cáncer o sobreviven porque el enfermo resiste
más allá de la vida del cáncer que muere por decrepitud dejando vivo a
su huésped.
Hay que parar el gerontocidio de estos nuevos dioses aztecas que han
tomado las riendas de las instituciones. Y toda su maligna obra.
(*) Abogado