BARCELONA.- Las calles de Barcelona se llenaron el martes en la primera celebración de la Diada desde que el ex president Carles Puigdemont declarase de manera unilateral la independencia el año pasado, en medio de una grave crisis institucional en España por el proceso secesionista.
La Diagonal, una de las principales arterias de la capital catalana
donde se realizó la manifestación, acogió a alrededor de un millón de
personas, según la Guardia Urbana de Barcelona.
La marcha mantuvo
el pulso reivindicativo de los últimos años, con multitud de banderas
secesionistas y llamamientos a la independencia, coronados por una “ola
sonora” que pedía el retorno de los políticos independentistas exiliados
y la liberación de los que están en prisión provisional.
Los
partidarios de que la región se separe de España han aprovechado durante
los últimos años el 11 de septiembre -día nacional de Cataluña que
conmemora la caída de Barcelona en la Guerra de Sucesión de 1714- para
promover su causa.
Este año, el presidente regional, Quim Torra,
que reemplazó a su predecesor en el exilio después de que Madrid
decretara una intervención sin precedentes en el gobierno autonómico,
llamó a una manifestación masiva en apoyo de un referéndum vinculante
sobre la independencia.
“Nuestro Gobierno se ha comprometido a
hacer efectiva la república”, dijo Torra en un discurso televisado para
conmemorar la ocasión. “Con toda la esperanza y también con todo el
coraje por los días que vendrán, os deseo una muy buena Diada. ¡Viva
Cataluña libre!”.
El
mandatario llevaba un lazo amarillo en apoyo a los nueve políticos cuya
encarcelación por su papel en el proceso independentista se ha
convertido en una de las mayores quejas del gobierno catalán.
El
Gobierno socialista de Pedro Sánchez, quien llegó al poder en junio con
una moción de censura al conservador PP, ha realizado gestos de
acercamiento en uno de los temas más espinosos de la política nacional,
pero ha mantenido el rechazo a una consulta sobre la independencia.
El
año pasado la Diada -en la que los manifestantes a menudo forman los
tradicionales “castells” o castillos humanos- se celebró mientras el
gobierno regional se preparaba para realizar un referéndum en desafío al
gobierno central de Mariano Rajoy, que finalmente envió a las fuerzas
policiales a impedir la votación.
El predecesor y aliado de
Torra, Puigdemont, declaró a finales de octubre la independencia, lo que
llevó a Madrid a aplicar el artículo 155 de la Constitución, que
suponía el control por parte de la administración central de la región,
alegando que Cataluña había violado la Constitución de 1978 que
establece que el país es indivisible.
Este año se desplegarán más
efectivos policiales durante las celebraciones. La delegada del
Gobierno en la región pidió la semana pasada unos 600 agentes enviados
como refuerzo, señalando que era una “cuestión normal” en eventos de
gran magnitud.
La polarización sobre la cuestión de la secesión
es muy pronunciada en Cataluña, que representa alrededor de una quinta
parte del PIB de España y ya tiene un alto nivel de autonomía en áreas
como educación y sanidad, además de su propia fuerza policial.
Una
encuesta realizada por el Centro d’Estudis d’Opinio en julio mostraba
que el 46,7 por ciento de los catalanes encuestados dijeron que querían
un estado independiente, frente a un 44,9 por ciento en contra.
De
las elecciones catalanas del pasado diciembre salió una nueva -aunque
frágil- mayoría parlamentaria independentista, frustrando los planes del
Gobierno de Rajoy, que las había convocado con la esperanza de acabar
con las ambiciones secesionistas.
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