La
que se les viene encima a muchos políticos, que son los que cobran de
nuestros impuestos, ni se lo pueden imaginar. Internet, que fue una
bendición para consultar y agilizar las búsquedas, va a provocar más de
un infarto.
Lo de la ministra, o ex-ministra Carmen Montón es el
aperitivo. Son cientos, cuando no miles, los TFM (Trabajos Fin de
Máster) de nuestros políticos que no van pasar la prueba del algodón.
Son
varias la redacciones de los llamados “confidenciales” que han
analizado muchos TFM y resulta que todos tienen corta y pega, cuando no
de la Wikipedia, o de otros trabajos que se encuentran en la nube. Por
eso el celo de muchos de nuestros mandamases, incluido Pedro Sánchez, de
que su manuscrito no llegue a la canallesca, no sea que alguien
descubra que a lo mejor hubo plagio.
Ahora
no paran de intentar que los “confidenciales” les filtren a quien
apuntan. Antes, con la zanahoria de la publicidad institucional se
compraba a los del papel sin ningún recato. Y si no, que se lo pregunten
a la muñeca diabólica que se paseó por Moncloa callando a golpe de
dossier a quien osara ponerse ante sus pretensiones que le han llevado a
que se retire de la política una vez que su mentor, Mariano, tirara la
toalla para que los españoles sufriéramos, de nuevo, una pasada por la
izquierda radical y descerebrada.
Con
los “confidenciales” la zanahoria de la publicidad institucional no
funciona, porque cada escándalo que publica se convierte en el maná de
millones de visitas y millones de ingresos en la llamada publicidad
programática, o de agencias, que no saben de política. Sólo saben de
impactos, y rendimiento de lo que invierten.
Dicen
que internet ha matado a la prensa. A la impresa es posible, pero
gracias a los digitales la libertad de expresión parece que está
salvada. Quizá por eso el empeño de muchos políticos por que se imponga
la ley europea de copyright. El caso es que todo vuelva a ser controlado
como antes del año 95 del siglo pasado.
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