Palinuro se quedó corto ayer en su post sobre la era Gürtel. El panorama de trincones y corruptos de toda laya tenía detrás una estructura, una meditada organización, que establecía el modus operandi
por el que los cargos municipales, a falta de Gürteles y Púnicas,
siempre fastuosas, pillaban el dinero por vías trapaceras para atender a
la financiación de sus campañas electorales burlando la vigilancia (por
lo demás laxa) del Tribunal de Cuentas. Quien dice de las campañas
electorales, dice de una capea o un jolgorio en cualquier lugar de
alterne de la carretera. Las cosas están así. De momento. Mañana puede
salir una estafa piramidal tipo Ponzi de algún alcalde o consejero o
presidente de diputación. Lo dicho, la era Gürtel que prosperó justo cuando la mayoría tuvo que apretarse el cinturón. Cosas de la vida.
El
PP no es un partido convencional. Es más bien una asociación de
intereses. Para algunos jueces, una presunta asociación para delinquir.
Los mismos, seguramente, que lo han sentado en el banquillo imputándole
complicidad en los supuestos delitos a título lucrativo. Un partido
imputado en varios procesos penales. El partido del gobierno. Y no pasa
nada. Claro, ni puede pasar, porque ni el partido es partido ni el
gobierno es gobierno. Son otra cosa. Acostumbramos a pensar que la
delincuencia organizada es cosa de ajustes sangrientos de cuentas, de
esbirros que descuartizan a una familia para dar ejemplo o de trata de
blancas. Eso es lo truculento. Pero la delincuencia pacífica, económica,
simulando acatar la ley, si está organizada, no es menos delincuencia
organizada. Y sus miembros, delincuentes. Así que no me parece un
disparate pedir la ilegalizacion del PP. Es una idea que tiene apoyo
creciente.
Supongo
que el gran obstáculo es qué hacer con Rajoy. Es absolutamente
imposible admitir la hipótesis de que quien ha controlado este partido
hace más de veinte años habiendo sido todo, secretario general, no sé si
tesorero y, desde luego presidente, no supiera nada de nada, nada de lo
que hacían sus ministros, sus allegados, sus directores generales,
diputados, presidentes de comunidades autónomas, consejeros, alcaldes y
concejales. Que no vio nada ni escuchó nada ni se percató de nada. Y eso
que la Púnica tenía una nómina de regalos de lujo para todo tipo de
cargos, televisores de plasma, relojes, bolsos, bolígrafos, vamos un
bazar. Y los de las black iban dándose pote por los locales de
lujo. Y las cacerías y las fiestas y las bodas, convertidas en
espectáculos. Allí nadie hablaba de nada, de subvenciones, de negocios,
de pelotazos, nada. Y, si alguien tuviera alguna duda, bastaría con
preguntar directamente a Rajoy a cuánto ascendieron los sobresueldos de
Bárcenas.
No
obstante la pétrea actitud del presidente de la era Gürtel, eso que los
medios llaman su "dontacredismo", merecería algún premio. Tiene su
mérito aferrarse a un cargo del que debería haber dimitido desde el
primer momento de acuerdo con todas las reglas de la política
democrática en un Estado de derecho en el que el poder no está por
encima de la ley. Así pues, pruébese una solución intermedia. Dado que,
siempre que puede, Rajoy afirma haber luchado contra la corrupción como
San Jorge con el dragón y ser el adalid de la transparencia y la
rendición de cuentas, lo más sensato es que se separe del cuerpo infecto
de su partido, que renuncie a seguir sienso su presidente y lo entregue
a los jueces.
Y
¿qué pasa con él? Puede imitar a Napoleón III y constituirse a sí mismo
en objeto de un plebiscito: Rajoy sí o Rajoy no. Napoleón llego así a
emperador, tras haber pasado por el purgatorio de una presidencia de la
República. Marx lo tenía en realidad por un rey del hampa, el líder del
lumpenproletariado. Me parece que, como a todos los decimonónicos, a
Marx le fascinaba Napoleón I y, por eso, a su lado, su sobrino le
parecía un estafador. Lo mismo le pasaba a Victor Hugo, que lo llamaba
"Napoleón el Pequeño". Y si lo hizo Napoleón el Pequeño, ¿por qué no lo
haría Mariano Rajoy, presidente de una gran nación?
A
propósito, los azorados cálculos de la investidura asumen que el Rey
tenga que recibir a todos los líderes el mismo día. ¿Y? En realidad,
puede recibirlos a todos juntos, lo que tampoco servirá para nada, pero
es más relajado. Claro que no se pueden contar chistes. Está bien que
aparezca el Rey. Da confianza en las instituciones y el personal se
entera de que está ahí, como el hombre de Zubiri y Heidegger; está o es
ahí que, para el caso, es lo mismo pues no parece enterarse de mucho.
Aunque, según los expertos, eso es una ventaja al tratarse de un
Borbón.
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