Quien juega con fuego se mea en la
cama. María Dolores de Cospedal ha jugado, y de lo lindo. A estas
alturas, tan sólo al inicio de este artículo, habrán adivinado que la
cama es el Partido Popular (PP). Y en mitad de la ciénaga de Génova, la
Dama de Hierro se oxida en un rincón.
Cospedal está políticamente acabada. En unos días, será “esa señora” y su apellido “ya no es del Partido Popular”.
Probará su propia medicina, esa que ha propiciado que cuando alguien es
cazad@, es arrojad@ por la borda ante el temor de que el escorbuto
infecte al resto de la tripulación. Sin embargo, es demasiado tarde,
porque el escorbuto sólo se cura comiendo fruta en buen estado y en la
sede de Génova no queda una sola pieza que no esté podrida.
Anda estos días muy callada Cospedal, metida en su madriguera. Atrás
ha quedado su soberbia, la altanería con la que trataba a los medios,
aquella imagen mezcla de lugarteniente y sicaria política por la que era
más temida que respetada. Ellas y sus tres sueldos simultáneos pronto
quedarán en el olvido del imaginario popular, que ya la ha arrinconado, empujándola con un palo para no rozar siquiera su orín.
Las grabaciones filtradas, no
sólo parecen revelar (o ratificar de
nuevo) que Cospedal es una mentirosa compulsiva, sino que la nave del PP
jugó sucio hasta cuando se le sacó de la partida. Y sigue jugando
sucio, con cartas marcadas, con las cloacas del Estado a su servicio,
con financiación ilegal, con una parte de la Justicia instrumentalizada y
una masa aborregada apoyándola ciégamente.
Cospedal va a salir por la
puerta de atrás apenas unos meses
después de haber ansiado entrar por la puerta grande. Lo hará, además,
escuchando resonar en su cabeza las carcajadas de Sáenz de Santamaría,
que desde su retiro habrá descorchado ya unas cuantas botellas de vino.
No hay peor castigo para la Dama de Hierro, se siente o no en el
banquillo, que la humillación y el público escarnio… y de ambos lleva
ración doble.
Por su parte, el lenguaraz
superdotado de Pablo Casado se ha quedado
mudito desde hace tres días. Esquiva a los medios, se parapeta detrás de
su escudero, Teodoro García Egea, que cada vez recuerda más a un
versión remozada de Carlos Floriano. Si algo no puede negar Casado es
que sabía que daba un paso al frente para liderar una formación política
en descomposición; un estado de putrefacción al que él mismo aportó su
granito de arena.
Ahora toca apechugar, porque por
mucho que deje caer a Cospedal, las conclusiones que se extraen de las
grabaciones es que el PP jamás colaboró con la Justicia, actuó de facto como una banda mafiosa
sabedor de su culpabilidad. Y si culpable era entonces, culpable es
hoy.
El
escorbuto avanza en la tripulación de una nave que, antes
incluso de ser torpedeada por Ciudadanos, debería encallar en el
arrecife de su propio electorado… pero, lamentablemente, tod@s sabemos
que eso no pasará. Y eso extiende la mancha de la corresponsabilidad, no
lo olviden.
(*) Periodista
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