El volumen de corrupción y de suciedad documentadas y en audios que
atesoran Villarejo y Barcenas sobre el PP es tan grande e incontrolado
que cuando Pedro Sánchez lanzó su moción de censura el pasado 25 de
junio Mariano Rajoy, que tenía noticias recientes de ese arsenal
explosivo, vio el cielo abierto, le entregó el poder a Sánchez y se
marchó.
Negándose Rajoy a dimitir como se lo pedían en su partido para frenar
a Sánchez y provocar nuevas elecciones. Porque ese camino era largo e
incierto y de haberlo escogido Rajoy posiblemente se habría tenido que
quedar como ‘Presidente en funciones’ casi hasta final de año. Y eso era
mucho tiempo. Suficiente para que antes de la siguiente investidura los
explosivos y cargas de profundidad de los presos, Bárcenas y Villarejo,
comenzaran a estallar alrededor de Rajoy como ahora se ha demostrado.
Rajoy no quería por nada del mundo que la corrupción del PP les
estallara en la cara mientras ocupaba el Palacio de La Moncloa, aunque
fuera como ‘Presidente en funciones’, en caso de que hubiera dimitido en
la moción de censura y el Rey hubiera iniciado una ronda de consultas
para tantear una investidura o el adelanto electoral.
Y es por todo ello por lo que Rajoy el día 31 de mayo y durante el
debate de la moción de censura abandonó el Congreso, se fue de copas
(para celebrar su ‘espantá’) y no dimitió. Regalando todo el poder a
Sánchez (quien todavía no sabe cómo ni por qué llegó a La Moncloa) y a
su ‘troupe’ de podemitas y soberanistas que disfrutando están de la
situación.
Antes de la moción de censura creemos que Rajoy recibió del CNI y
desde el ministerio de Interior serias advertencias sobre los arsenales
explosivos de Bárcenas y Villarejo. Además un asunto pudo poner sobre
aviso a Rajoy: la amenaza de Bárcenas, a través de Arenas, de que si su
esposa Rosalía entraba en prisión por la sentencia de Gürtel (que la
condenaba a 13 años de cárcel) él haría público un vídeo implicando a
Rajoy en la corrupción.
Esto ocurrió en la semana anterior a la presentación por Pedro
Sánchez de la moción de censura cuando el Gobierno y Bárcenas conocían
la sentencia de Gürtel. Y la amenaza surtió efecto porque Moncloa
movilizó al inefable Presidente del Poder Judicial Carlos Lesmes que
convocó una reunión en el Consejo para apartar de la Sala de vistilla
del juicio de Gürtel al magistrado Prada y así logró que Rosalía no
entrara en prisión hasta agotar su recurso al Tribunal Supremo.
De esa manera Rajoy, ya muy tocado, salvó el escollo de Bárcenas en
una semana crucial de mayo: el lunes 21 Lesmes interviene el Tribunal
que ha de decidir quiénes de los condenados en Gürtel entran en prisión,
garantizando que Rosalía se salva; el miércoles 23 se aprueban los
Presupuestos de 2018; el jueves 24 se publica la sentencia de Gürtel; el
viernes 25 Pedro Sánchez presenta a las 10 de la mañana en el Congreso
la moción de censura.
Y el 1 de Junio Rajoy se da a la fuga, y entrega el poder a Sánchez,
abatido como estaba el líder del PP (cuya Presidencia abandonó de
urgencia) por la reciente amenaza de Bárcenas, y sabedor ya del polvorín
que Villarejo tenía contra el PP. El que empezó a estallar con el
audio de Corina contra el Rey Emérito en el mes de julio.
Y ahora Villarejo (o quien esté manejando sus audios) se acaba de
cargar a Cospedal, mientras desde el juzgado del juez Egea de la
Audiencia Nacional se descubre el uso ilegal de fondos reservados por
parte de Villarejo para recuperar, a través del chófer de Bárcenas,
pruebas que implican en algún escándalo a Cospedal, Arenas y Santamaría.
O sea, un inmenso barrizal del PP del que Rajoy huyó como alma que
lleva el diablo y cuya publicación en serie no hizo nada más que
comenzar. Lo que dejará a Pablo Casado, en plena temporada electoral,
vestido durante un tiempo de bombero para sofocar un incendio que no
será fácil de apagar.
(*) Periodista
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