jueves, 15 de noviembre de 2018

La política y la distancia entre hablar y hacer / Fernando G. Urbaneja *

El famoso periodista norteamericano Bob Woodward, anda de promoción de su último best-seller, “Traición, Trump en la Casa Blanca” que está llegando a las librerías españolas en castellano. Por eso concede entrevistas y explica su propuesta para el periodismo político en estos tiempos turbulentos y líquidos. 

Sobre la relación con el presidente Trump que es una de las asignaturas tormentosas del momento Woodward sugiere: “ignóralo, haz tu trabajo, averigua lo que está pasando” y añade si yo fuera director de un medio y tuviera 100 reporteros dedicaría 25 a las declaraciones, los tuits, el lenguaje del presidente y 75 a contar lo que está sucediendo, a conseguir las notas, los documentos…” 

En resumen que daría la espalda al periodismo declarativo para enfatizar la investigación, los hechos más que las palabras; lo que los dirigentes hacen más que lo que dicen.

La forma de hacer política en estos tiempos está distanciando las palabras de los hechos, una cosa es lo que dicen y otra lo que hacen. Pedro Sánchez dice que ha roto su relación con Pablo Casado, pero en esos mismos días ambos partidos, con la bendición y el asentimiento de sus jefes, pactan la composición del CGPJ porque no tienen otra opción para componer la mayoría de 3/5 en las cámaras que requiere la legislación vigente. La aritmética se convierte exigencia incuestionable.

De lo que el gobierno dice o anuncia o propone a lo que hace hay distancias sustanciales, aunque la sensación en la opinión pública deja más impacto lo primero que lo segundo.  Y en las declaraciones abundan las palabras gruesas, los brochazos, las afirmaciones con poco fundamento que luego se traducen en poco.

Han hecho mucho ruido con el impuesto de sociedades, con su baja eficacia recaudatoria; pero cuando llegan datos actualizados resulta que no es para tanto y que las medidas efectivas adoptadas distan mucho de las propuestas. Simplemente la consideración de la base imponible en vez de la contable a la hora de calcular el impuesto (que es lo lógico) desnaturaliza todo el discurso previo.

Algo semejante va a ocurrir con la tormenta hipotecaria; el cambio del sujeto tributario (prestatario y prestamista) no cambia nada el coste del crédito y por tanto su precio; puede que este se reparta de otra manera en plazos o conceptos pero no hay más cera que la que arde.

Una sentencia que tenía más aspectos doctrinales y técnicos que prácticos (establecer quién es el sujeto tributario ante una legislación con alguna ambigüedad que llevaba aplicándose más de veinte años) provocó la expectativa de recuperar unos miles de euros a millones de familias. Las posibilidades de que esa expectativa se materializara eran muy escasas, pero se aventaron las expectativas con juicios temerarios de políticos oportunistas que se apuntan a todos los tumultos.

Si de los contenidos políticos de los medios diferenciáramos en rojo y azul las palabras de los hechos, estarían muy manchados de rojo con el agravante de que luego no cambian a azul. 

La propuesta de Woodward es sugestiva, ayudaría a conocer y entender la realidad y evitaría falsas expectativas y muchas tonterías.


(*) Periodista y politólogo


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