viernes, 28 de septiembre de 2018

Torquemada anda suelto, políticos al banquillo / Fernando G. Urbaneja *

La Vicepresidenta Calvo (una lumbrera) agobiada por tanto acoso mediático a la caza y captura de pecados o pecadillos, o apariencia de ellos, de los miembros del gobierno, ha advertido que la “libertad de expresión” tiene límites. ¡Vaya descubrimiento!, desde luego que les tiene, en las leyes y en la jurisprudencia del Supremo, del Constitucional  y de tribunales supranacionales. 

En el caso español, con el artículo 20 de la Constitución como sillar central, hay legislación suficiente y clara sobre los límites a las libertades de expresión y de información tanto en el ámbito civil como en el penal; y además otras leyes como la del derecho de rectificación que el gobierno ha utilizado recientemente.

La tentación de una legislación adicional sobre “libelo” forma parte de la historia de la libertad; pocos gobiernos se resisten a intentar una ley restrictiva que les proteja cuando se ven asediados, a veces con exceso e incluso con injusticia. Hay casos conocidos en Inglaterra (Blair acabó su mandato bramando contra los medios, especialmente la BBC), en los Estados Unidos… también en España. 

Felipe González tuvo preparada una norma que decayó antes de llegar a término; y parece que la vicepresidenta rumia algo parecido. La propia ley actual de Seguridad (apellidada como “mordaza”) tiene sesgos en ese sentido.

Que haya legislación no quiere decir necesariamente que sea eficaz, los jueces aplican la ley y también la interpretan con consecuencias. Y hay casos de aplicación muy benévola y todo lo contrario. El delito de palabra es complicado de establecer, precisa intencionalidad e incluso efectos, cuestiones todas ellas opinables y complicadas de apreciar. Otra cosa es la vía civil y la estimación de daños (honor, intimidad…) donde la aplicación discurre por la sanción económica o moral. 

En esa materia los jueces son prudentes, incluso pacatos, a la hora de poner precio a la reputación, a la mentira o a la intimidad. Un buen criterio sería sancionar con el lucro obtenido  por el infractor (que en algunos casos es mucho) que sería un factor disuasorio, además del escarmiento. Por ese camino se podría avanzar para sanear nuestra convivencia civilizada, que ahora anda bastante averiada.

Pero al margen de las consideraciones anteriores lo evidente estos días es que se ha abierto una cacería de ministros sometidos a investigación de su vida anterior con criterios más propios de Torquemada. Si una persona sana es que no ha sido suficientemente explorada, algo semejante sirve para el expediente de respetabilidad, especialmente cuando con criterios de hoy se revisan actuaciones de años antes. 

Convertir en pieza de cargo conversaciones privadas, probablemente descontextualizadas, incluso manipuladas, en argumento de destitución, merece una reflexión previa, máxime cuando no se profundiza en el origen, el procedimiento, el interés… 

El caso del ministro astronauta y la forma de gestionar sus viviendas también tiene su música. Crear una sociedad patrimonial no es delito, ni siquiera irregular. Es cierto que el ministro se ha explicado con dificultad, con asombro y resistencia, pero el caso cursa con  asombro, con preguntas improcedentes hechas por manifiestos ignorantes.

Los políticos no ayudan con sus explicaciones; tampoco con sus insinuaciones y acusaciones. Pero se están metiendo en un jardín de acusaciones y denuncias que tendrá penosas consecuencias. Por ejemplo en este clima Torquemada será difícil que un profesional con trayectoria acepte servir al Estado en algún cargo con responsabilidad. El resultado final va a ser un empobrecimiento moral y real de la función pública.

Las sociedades mercantiles no son malas en sí mismas, depende de su uso. Las sociedades no sirven necesariamente para ocultar o evadir; incluso todo lo contrario; son trasparentes, públicas y están sometidas a controles. Las televisiones están dando voz a acusaciones con muy poco fundamento, sobradas de ignorancia y con rotundo desprecio a la presunción de inocencia y a la investigación diligente. Torquemada revive, y la historia dice que de ese modelo no sale nada bueno.


(*) Periodista y politólogo


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