Es lo que suele pasar. Justamente cuando
todo parece estar claro acabará siendo más oscuro; cuando todo el mundo
espera que algo suceda, deja de suceder y sucede lo contrario; cuando
las apuestas van al unísono, suena la nota discordante. El
comportamiento de los seres humanos es imprevisible y así seguirá siendo
hasta el fin de los tiempos por más que queramos convencernos de que,
mediando las correspondientes tecnologías, conseguiremos profetizarlo.
Todo
el mundo sostiene que los resultados de las próximas elecciones del 26
de junio serán un calco de los del pasado 20 de diciembre, que dejaron
una situación de impasse y desconcierto en los partidos que nos
ha traído hasta aquí. Si eso es lo que la gente dice en respuesta a las
preguntas con que después se hacen los sondeos y encuestas, así pudiera
ser. Pero solo pudiera. De hecho hay una continua contradicción entre el
discurso de la igualdad de resultados y la seguridad de que la combina
IU/Podemos finalmente conseguirá el sorpasso al PSOE. Este
cálculo está basado en sumar el voto a IU y el voto a Podemos. Pero se
trata de una pretensión con muy débil fundamento. Suponer que los
votantes de IU van a votar la confluencia o que lo hagan los de Podemos
es razonable, pero no es una conclusión avalada por prueba alguna.
También puede pasar lo contrario, esto es, que la confluencia haga
perder votos.
De
hecho, el PSOE, que ya resistió bastante bien la avalancha de Podemos
en las elecciones del 20 de diciembre, plantea una campaña electoral de
centralidad política, moderación, recuperación del voto perdido que, si
no se le tuercen las cosas, puede darle buen resultado desde el momento
en que sus dos principales rivales, PP y Podemos se han dejado
identificar con aspectos negativos desde el punto de vista de la opinión
pública mayoritaria en nuestra sociedad que, es moderada y tiene horror
a los extremos. La prueba más clara es que los dos líderes políticos
peor valorados, casi al unísono, son Mariano Rajoy y Pablo Iglesias, lo
cual no deja de ser extraordinario dado que son los que tienen un
tratamiento más continuadamente favorable en los medios, cada uno de
ellos con prensa digital a su servicio y cadena de televisión (Rajoy las
públicas e Iglesias, la Sexta) sin que, sin embargo, de ahí se siga
mayor probabilidad de ser votado.
La
imagen de Rajoy, acorralado por la corrupción, indolente, declarado en
rebeldía frente al Parlamento, mentiroso casi compulsivo e incapaz de
reconocer sus errores, está bajo mínimos. Igualmente la de Iglesias,
caracterizado por una trivialidad y oportunismo de juicio que hacen
abrigar la sospecha de que ni él ni muchos de su equipo, se toman en
serio el asunto de las elecciones. Rajoy no puede sacar la cara a la
calle porque se la parten e Iglesias no sale de los platós de
televisión, con una política mediática que hace mucho que ha pasado el
límite del hartazgo. Paracelso decía que el veneno es cuestión de
cantidad y los griegos aconsejaban no tener demasiado de nada. La
omnipresente corrupción que rodea a Rajoy, como la ubicua presencia
mediática de Iglesias acabarán pasando factura en las elecciones digan
lo que digan los sondeos al día de hoy.
La
esperanza del PSOE de recuperar los votos díscolos en las anteriores
elecciones es legítima pero, para conseguirlo, como sucede a los
cristianos con la salvación que tanto les preocupa no basta con la
gracia del Señor, se necesita fe y buenas obras, además. De estas, el
PSOE tiene pocas; si acaso abundantes declaraciones de su dirigentes
pero imprecisas y contradictorias. Y no se hable de la incapacidad de su
candidato para decir algo nuevo, original o de interés. Si por él
fuera, hasta sería verdad esa trola que Errejón repite sin parar para
convertirla en verdad de que el próximo 26 de junio, la gente va a desempatar, cuando no hubo empate.
Se
pierde asimismo de vista en este asunto que las campañas en positivo no
suelen atraer la atención de los electores. Para eso se precisan
campañas en negativo que esto los políticos españoles lo bordan. Y el
flanco más negativo que muestra Podemos es precisamente su confluencia
con IU y la reaparición del fantasma del que hablaba el Manifiesto del Partido Comunista.
Los comunistas están ya tocando a rebato afirmando, como hace Garzón y
muchos otros, que la gente no tiene miedo al comunismo sino al hecho de
si llega o no llega a fin de mes. Obviamente, no se dan cuenta de que al
cuestionar el miedo que puedan suscitar los comunistas, están
aumentándolo. Por descontado que los comunistas ya no inspiran miedo
pero todavía menos ganas de votarlos. Votar por alguien que esconde su
filiación política y, cuando la desvela lo hace pidiendo que no se le
tenga miedo no es algo que quepa dar por descontado. Necesita
explicación.
La situación al día de hoy es tan problemática y su resultado tan incierto que hasta Rivera, el de Ciudadanos, ha tenido que ir a buscarse los votos al otro lado del charco, en los confines del imperio. Y aun así, no ha conseguido mantener la buena reputación que tenía entre el electorado y ha entrado en valoración negativa.
Nadie sabe lo que pueda pasar el próximo 26 de junio.
La situación al día de hoy es tan problemática y su resultado tan incierto que hasta Rivera, el de Ciudadanos, ha tenido que ir a buscarse los votos al otro lado del charco, en los confines del imperio. Y aun así, no ha conseguido mantener la buena reputación que tenía entre el electorado y ha entrado en valoración negativa.
Nadie sabe lo que pueda pasar el próximo 26 de junio.
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