jueves, 12 de mayo de 2016

Rechazo al libre comercio / Serge Halimi *

Los manifestantes franceses reunidos por el movimiento Nuit Debout esperan que una “convergencia de las luchas” les permita extender su audiencia a participantes menos jóvenes, menos titulados, e insertarse en una dinámica internacional. Uno de sus temas de actuación podría favorecer ese doble objetivo: el rechazo a los tratados de libre comercio (1).

Los meandros de los tratados comerciales suelen ser desalentadores para las movilizaciones por la dificultad que plantean a la hora de entender qué etapa hay que vigilar de cerca, o qué disposición aparentemente técnica es la que disimula una bomba social. Sin embargo, a pesar de la repetición constante de los medios dirigentes, de la patronal y de los medios de comunicación que están de su parte, la hostilidad hacia estos tratados se extiende. Las movilizaciones contra el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversión (TTIP por sus siglas en inglés) son importantes en Alemania y en Bélgica (2). 

En Estados Unidos, todos los principales candidatos a la presidencia se han posicionado en contra del Tratado Transpacífico de Cooperación Económica (TPP por sus siglas en inglés). Ahora bien, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el imperio estadounidense ha desempeñado un papel central en la liberalización de los intercambios. Con respecto a este tema, el acuerdo fue casi absoluto entre los sucesivos inquilinos de la Casa Blanca, demócratas o republicanos, de John Kennedy a Ronald Reagan, de George W. Bush al presidente Barack Obama. Y de repente, la locomotora liberal se detiene. Obama no convenció con su discurso de que “las empresas que sólo buscan salarios bajos ya se han ido”. Porque los acuerdos comerciales precedentes ya tenían que aportar empleos en abundancia y buenos salarios… Así pues, no resulta sorprendente que hombres tan distintos como Donald Trump y Bernie Sanders hayan lanzado ataques electorales criticando dichos tratados. Esto obligó a Hillary Clinton a renegar del apoyo que otorgaba al TPP cuando era secretaria de Estado de Obama. Y François Hollande también estaría dispuesto a cambiar su parecer acerca del TTIP, cuya firma quería acelerar hace dos años…

Los obreros que, chantajeados con el desempleo y con las deslocalizaciones, han sufrido una reducción de sus salarios ya no están solos cuando rechazan el libre comercio. Los ecologistas, los agricultores, los consumidores se han unido a ellos. Y los empleados del sector público, incluso los bomberos, también se movilizan. Hasta tal punto que un dirigente patronal estadounidense no puede creerlo: “Ninguno de ellos compite con las importaciones, pero su sindicato se muestra solidario con los otros” (3). 

El de los empleados del sector público ha comprendido que no lograría defender durante mucho tiempo los puestos y los sueldos de sus dos millones de miembros si los de los otros empleados se siguen viniendo abajo. Y los bomberos saben que el reemplazo de las empresas que pagan impuestos por terrenos baldíos industriales recortará los presupuestos municipales, lo que pondrá en peligro muchas de sus instalaciones. En definitiva, existe la convergencia de las luchas con respecto a esta cuestión y ya ha cosechado sus primeros éxitos.

(*) Director de Le Monde Diplomatique


(1) Véase “TTIP, NAFTA, TISA... Una OTAN de la Economía”, Punto de Vista, nº 8 de Le Monde diplomatique en español, octubre de 2015. http://www.mondiplo.net/PV8

(2) Véase Amélie Canonne y Johan Tyszler, “Esos europeos que desafían el libre comercio”, Le Monde diplomatique en español, octubre de 2015.

(3) Noam Scheiber, “Labor’s might seen in failure of trade deal as unions allied to thwart it”, The New York Times, 14 de junio de 2015.

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