MADRID.- Bajo los focos, abrazos y argumentario de unidad. En
bambalinas, pulso por el poder y ausencia de un diseño colectivo. Una
corriente crítica discurre bajo la aparente calma autoimpuesta para
evitar un descalabro electoral. El PSOE,
dicen, camina al son de los planes personales de un líder que maneja
los hilos para colmar su ambición, dice hoy http://www.elmundo.es.
«No hay proyecto de partido»,
lamentan desde los sectores más descontentos, para quienes cada nuevo
paso de Pedro Sánchez y su cúpula es un desaliento. Miran hacia el 26 de junio con temor porque, aunque afirman que Unidos Podemos no logrará superarlos en escaños, dudan de poder mantener su ya escasa ventaja en votos.
Los cambios en las listas, pocos pero significativos, han venido a confirmar entre los críticos la sensación de que Ferraz vive
en una burbuja alejada de la organización. «No hay confianza porque no
hay consultas. Las decisiones se toman en un círculo muy reducido y
luego se imponen», explican las fuentes, todas integrantes de un Comité Federal en el que, aseguran, muchos ya han tirado la toalla porque «cualquier discrepancia se interpreta en clave de traición».
Los últimos nombramientos de Pedro Sánchez -la magistrada Margarita Robles para ocupar el número dos de la candidatura por Madrid y el ex ministro y ex presidente del Parlamento Europeo José Borrell para formar parte de su gobierno en la sombra- han suscitado de nuevo resquemores.
No se cuestiona la valía de ninguno de ellos. Más aún, muchos respiraron
aliviados cuando conocieron por los medios de comunicación que Robles,
independiente pero con estrechos vínculos con el PSOE -fue secretaria de
Estado de Interior con Juan Alberto Belloch en el Gobierno de Felipe González-, sería la mujer que encabezaría con Sánchez la lista.
«Esperábamos cualquier sorpresa, como sucedió el 20-D con la designación de Irene Lozano. Margarita es muy solvente y es un buen fichaje», argumenta uno de los consultados, miembro de uno de los Gobiernos de Zapatero.
Una
impresión similar es la que suscita la elección de Borrell para el
equipo de expertos, el futuro gobierno para el cambio de Sánchez. Él sí
es un histórico del PSOE que llegó incluso a derrotar en primarias para la candidatura a presidente del Gobierno a Joaquín Almunia.
De su capacidad tampoco duda nadie ni de que puede ser una pieza muy
valiosa en el marco de las relaciones, en ocasiones complicadas, con el
PSC.
«Pero ni ellos, ni el resto de los que ha designado para
hilvanar un hipotético gobierno de cambio, tienen peso orgánico»,
puntualizan las fuentes, para las que no hay duda de que Sánchez,
«externaliza» la gestión programática del PSOE e impide de esta manera
que cualquier discrepancia con sus planes cuente con respaldo entre los
cuadros medios y las bases del partido.
El equipo que ha conformado con la esperanza de acabar sentándolo en el Consejo de Ministros
cuenta con un 45% de independientes y el 55% restante, extraído del
propio PSOE, está tan alejado de la vida orgánica que nunca le daría
problemas.
«Ninguno tiene gallinero», afirma gráficamente uno de
los viejos referentes que siempre cultivó el apoyo de los cargos medios
porque, en su opinión, es lo que al final garantiza el «juego de
contrapoderes» que siempre ha dado vida -y también algunos disgustos- al
partido.
Esa maquinaria de pesos y contrapesos es la que ahora,
según los críticos, «se disuelve». Para ellos, eso no garantiza ni mucho
menos la unidad que se publicita desde los escenarios de los mítines. Y
menos aun cuando la cúpula «impone y cree que vence, pero en realidad
no convence», añaden.
Opinan que el secretario general, y de nuevo candidato a la presidencia, tiene «su proyecto» e «instrumentaliza al PSOE para
llevarlo a término». En esa «clave» leen sus nombramientos: «Quiere
visualizar que cuenta con el partido pero tras sus fichajes no hay
fuerza orgánica».
En cualquier caso, Pedro Sánchez
sí ha optado por rescatar cuidadosamente nombres importantes de otras
épocas. «Al final, no le ha quedado más remedio que echar mano del
socialismo clásico al que tanto sacuden: Borrell, Sevilla, Gabilondo, Serrano... O bien de la etapa de González, o bien de la de Zapatero», analiza una diputada con larga trayectoria y cargos de primer nivel a sus espaldas.
Gabilondo
ha rechazado este lunes la idea de ser "ministrable" o de formar parte
de un Gobierno "en la sombra". "No me gusta esta idea de ministrable ni
de Gobierno en la sombra, en la sombra quiero estar poco, al menos de
esa manera", ha comentado en una entrevista en Radio Nacional de España
esta mañana.
En campaña, los socialistas vaticinan que Sánchez intentará rodearse de referentes -Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero, Alfredo Pérez Rubalcaba...-
consciente de que le responderán afirmativamente para evitar la imagen
de un PSOE desmembrado y sin rumbo, al que la estrategia de los últimos
meses le ha achicado considerablemente el terreno de juego por la
izquierda y por la derecha y le ha difuminado el discurso ideológico.
«De
los cuatro meses de negociaciones apenas ha sobrevivido la imagen de
Sánchez batallando contra viento y marea por ser presidente. No ha
quedado un programa sólido más allá de que el objetivo es echar a
Rajoy», lamenta uno de los miembros de la anterior dirección del Grupo
Parlamentario. Esta fuente mantiene que nunca ha visto los ánimos «tan
alicaídos» como en esta ocasión.
«No basta decir que salimos a
ganar. Hay que demostrarlo», señalan antes de recordar que en las
elecciones del 20-D se obtuvo el peor saldo en votos y escaños de la
historia del partido y ahora emprenden una batalla acosados también
desde la retaguardia.
Todas las fuentes contactadas coinciden en que el objetivo debe ser siempre batir al Partido Popular.
«Ésa es la tecla que se debe tocar», explican aun cuando reconocen que
no se debe perder de vista la confluencia de izquierdas.
Mantienen
en este sentido que el mensaje debe ser nítido y, además, «hay que
creérselo»: «El cambio sólo es posible si se logra movilizar y convencer
a los votantes de que sin el PSOE no se puede». E insisten en la
palabra PSOE porque, avisan, «la meta no es que Sánchez sea presidente,
sino que el partido vuelva a ser percibido como un motor del progreso».
Ése
fue, recalcan, el núcleo de la intervención de la baronesa andaluza,
Susana Díaz, en el acto de proclamación de Pedro Sánchez como candidato a
la Presidencia del Gobierno. «Hay que ganar», dijo, a sabiendas de que
sólo podrán formar gobierno si quedan los primeros en las urnas. «Con 90
escaños», repiten hoy como ayer los más viejos, «no se puede gobernar».
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