Ese es el verdadero fantasma de estas
elecciones que nadie quería salvo los dos dirigentes de las fuerzas
extremas: uno, el Sobresueldos, por si consigue justificar su ridícula
pretensión de seguir destrozando este país y otro, Iglesias, para
alimentar su narcisismo y ver si alcanza el sorpasso al PSOE por el que
su referente intelectual, Anguita lleva treinta años suspirando. Y
un fantasma cuyas cadenas no suenan por igual a todos los oídos. A la
derecha le parecen música celestial porque cuenta con la abstención,
motivada por el hastío, para mejorar sus resultados. Sonido lúgubre, en
cambio, para la izquierda.
Sobre
todo para el PSOE que se ve en una situación muy comprometida, con los
sondeos apuntando a un descalabro y, sobre todo, al descenso humillante a
tercera posición en el ranking, víctima del citado "sorpasso". Y
no solo eso: un mediano examen de su situación como partido, sus
anclajes, sus lealtades, sus bastiones, trasmite un cuadro pavoroso de
decadencia: un partido de base social avejentada, rural, con un lenguaje
y unas pautas de funcionamiento burocratizadas y anticuadas.
Un
solo ejemplo: ayer, domingo, a las cinco de la tarde, la sede del PSOE
en Ferraz estaba cerrada a cal y canto. Un partido de burócratas y
paniaguados que echa el cierre al cumplir el horario de rutina y
trabajo. Así no se ganan elecciones.
Esa
imagen de partido fané y descangallado ha calado en el espíritu de sus
dirigentes, ese manojo de "barones" a los que uno por uno o en grupo, al
parecer, no se les ocurre una idea, una innovación, una iniciativa que
saque a su partido del marasmo. Al contrario, reduce voluntariamente su
presencia y alcance ya que tiene la moral comida por la vocinglería de
IU/Podemos y su batería mediática. Es curioso porque, sin embargo, es
probable que estos no alcancen su objetivo ni de lejos y que no
solamente no haya sorpasso, sino que IU tire de Podemos hacia abajo y su
resultado sea moderado. Es más, desde el momento en que Podemos ha
renunciado a su pretensión de innovación del discurso de la izquierda
para suscribir las sinsorgadas de los comunistas, bien las consignas
acartonadas de Anguita, bien los galimatías seudoteóricos de Garzón, el
resultado estará casi cantado. A la baja.
La
llamada "izquierda trasformadora" carece de discurso por renuncia
voluntaria. Si alguien tiene alguna duda, que pregunte a los sonrientes
líderes de la confluencia IU y Podemos qué fue del sonsonete anguitiano
de "Programa, programa, programa". ¿En dónde está el programa de la
confluencia? Y ¿qué dice? No está en parte alguna. Es más, puede que
vayan a las elecciones con dos, siendo el de IU el más clásicamente
comunista y el de Podemos, más ladinamente socialdemócrata. Y esa
coyunda ¿tiene expectativas reales de ser la segunda fuerza?
No
obstante, el "sorpasso" sigue siendo posible, no por los méritos de
IU/Podemos, sino por los deméritos socialistas que son abrumadores.
Desde la secretaría general de Rubalcaba, este partido se ha echado tan a
la derecha, que pierde los votos a chorros y solo conserva los de la
vieja guardia, que lo que tiene de guardia lo tiene de vieja. Alguien ha
convencido a Pedro Sánchez de que los muebles se salvarán a la
desesperada haciendo una sabia unidad dialéctica entre un discurso
institucional (actos con los anteriores secretarios generales, los de la
casa, para probar que hay solidez en la empresa) y una actuación innovadora entendiendo por tal el estilo Kennedy que, bueno, solo tiene más de medio siglo.
De
aprovechar el espíritu del tiempo, que es el de la información y la
comunicación, nada, cero, silencio. En sus mítines, Sánchez no dice
nada. Al partido como tal, a sus órganos de fabricación de ideas, si los
tiene y los intelectuales orgánicos (que son muchos y viven muy bien,
pero no son huertos de feraces ideas) tampoco se les ocurre nada.
Vivimos
una época de crisis devastadora que, sobre todo en Europa, está
poniendo en cuestión el modelo capitalista de crecimiento. La gente va
en busca de soluciones y respuestas a problemas de envergadura, no a
minucias o cuestiones de detalle. Cuando todo el sistema está en
cuestión, una medida de política económica arriba o abajo, no significa
nada. Si a esa situación de crisis general se añade la parte peculiar de
España, que añade una crisis de integridad territorial muy grave, la
falta de respuestas ya no solo es lamentable sino directamente
vituperable.
Si
hay sorpasso, los socialistas se lo tendrán ganado por su incapacidad
para renovar su discurso con un contenido de izquierda democrática más
acorde con el espíritu radical del tiempo. Renovación muy difícil, si
no imposible, mientras el PSOE siga admitiendo el marco ideológico que
le impone la derecha, aceptado ya desde los tiempos de Rubalcaba: aquí
hay tres cosas que no se cuestionan: la monarquía, los privilegios de la
Iglesia católica y la unidad de España. O sea, el franquismo.Y mientras
el PSOE no consiga articular un relato sobre esas tres cuestiones
distinto al de la derecha neofranquista sino que lo suscriba, no se ve
cómo va a mejorar sus perspectivas electorales.
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