Los empresarios del Círculo de Economía
se han reunido en Sitges, grato lugar. No suelen estos reunirse en el
Arroyo abroñigal. Sitges propicia más los ánimos al entendimiento y la
conciliación. El Círculo es, además, una "asociación cívica", sin ánimo
de lucro, penetrada de su misión de ser lugar de encuentro, reflexión,
intercambio. Suena razonable. Los empresarios, como la Iglesia, tienen
muchas caras; entre otras, la áspera y la sonriente. Escuchar a Juan
Rosell, el presidente de la patronal, pedir el restablecimiento de la
esclavitud mete miedo. Pero luego llega Antón Costas, el presidente del
Círculo y el vendaval amaina.
Llaman
los patronos a capítulo a los líderes, hasta los más resabiados, y les
hacen cantar la palinodia. Y los líderes la cantan, especialmente los de
izquierdas. Nada amansa más a un revolucionario que la mesa y mantel
con quienes toman las decisiones. Así que Pablo Iglesias, todo dulzura,
no fue a afear a los empresarios eso de que, sin presentarse a las
elecciones, sean los que pretenden gobernar. Ese es más discurso de
masas. A los patronos fue a decirles que Podemos es la verdadera socialdemocracia,
que no haya miedo, vaya. Trataba de amansar a la fiera a base de
mostrarse manso. Vendió a los empresarios una versión suave del
keynesianismo y subrayó que Barcelona y Madrid son las ciudades donde
más crece la inversión.
Le faltó decir lo de Solchaga durante el
Felipato: España, el país en que es más fácil y rápido hacerse rico.
Podemos va a invertir a través, supongo, de una "potente" banca pública;
los empresarios estarán encantados de invertir y la prosperidad volverá
a regar nuestros campos y ciudades. Estos idílicos propósitos, que
convierten la Economía de "ciencia triste" en ciencia alegre, compiten
dialécticamente con las imágenes de los últimos días que todos los
empresarios tienen en la retina: actos de líderes de IU y Podemos puño
en alto, figuras de otro tiempo, héroes de antaño que acuden a la última
llamada del deber, viejos profetas de la razón en marcha y anuncios de
luchas intestinas entre las izquierdas "verdaderas". Difícil ensamblaje.
Al
día siguiente, turno de Sánchez. A este vinieron a escucharle muchos
que no hicieron acto de presencia en la exposición de Iglesias. Un
indicador de a quién ven los empresarios como próximo presidente. O sea,
los que no se presentan ya han elegido a Sánchez. Hasta Iglesias parece
aceptar que el próximo gobierno pivotará en torno al PSOE. Del sorpasso
prometido va quedando ya solo el nombre que, dentro de poco, sonará a
ritmo suramericano: el merengue, el bolero, la lambada, el sorpasso...La
cosa consistirá en que el PSOE tendrá que elegir. Pero será el PSOE, no
Podemos. Es bastante razonable. Los socialistas manejan mejor la
imagen, dosifican su mensaje y, siendo este tranquilizador adquiere más
crédito: son gente tan de orden e institución como el PP, pero tan
dispuestos a reformar y hasta innovar como Podemos. Los Unidos/Podemos
cada vez se presentan más como una aventura con mucho fragor mediático y
poca consistencia y un potencial de desbarajuste sublime.
Mensaje
de Sánchez a los empresarios (suscrito por todos los demás partidos):
habrá gobierno en cualquier caso. No habrá nuevas elecciones. Si él
gana, estará gobernando en siete días; si no gana, habrá gobierno, pero
ya no garantiza el tiempo. El antecedente de las elecciones pasadas
vierte un poco de ácido sobre su promesa de que no habrá terceras. Se
supone que la gama de posibles gobiernos se abrirá tanto a la derecha
como a la izquierda. Afirma que no excluye a ningún partido, pero no es
cierto: los independentistas catalanes no entraron en sus cálculos de
meses pasados ni siquiera como non entities y probablemente ahora tampoco. Los culpa de que no haya gobierno en España, negativa que antes atribuía a Podemos.
Y
ahí es donde Sánchez, más consciente de en dónde hablaba que Iglesias,
fue más prolijo y explícito: Cataluña. Sánchez admite ya que el problema
de Cataluña, en realidad, es el problema de España.
Le ha costado meses entenderlo pero parece que, al borde del
Mediterráneo, lo ha visto, como Ulises llega a Ítaca. "La falta de
solución en Cataluña", razona, se ha convertido en el problema de España
y aprovecha para largar una chufa a Iglesias afirmando que la
aceptación del referéndum catalán será la extensión de tan peligrosa
manía al país Vasco, a Galicia y, sabe Dios, a lo mejor a Peñaranda de
Bracamonte. O sea, Pablo Iglesias tiene la culpa de todo y Sánchez sigue
sin dar con la fórmula salvífica porque dice que se pondrá en peligro la
convivencia de los españoles. Yo creo que quiere decir "conllevancia",
como Ortega, que es a donde, con suerte, llegamos, pero le han dicho que
el pesimismo no vende.
Por
una ironía del destino, ayer anduvo por la corte también Puigdemont,
que vino al Eurofórum en el Ritz y contó con la cerrada ausencia del
establecimiento político institucional español: nadie del gobierno,
nadie de la oposición, exceptuado Ángel Gabilondo que, como es de
Metafísica, se habría equivocado de destino. Ante un público catalán,
Puigdemont explicó que lleva ya seis meses y quedan 12 para el día D, que
estamos en tiempo de descuento y los españoles ni prestan oído,
excusado es decir audiencia.
Como es hombre realista, está abierto a
todo tipo de negociación, si bien no cree que, a estas alturas, la
reforma de la Constitución sirva para algo. Pero, si no hay negociación,
en 12 meses habrá parusía laica en forma de República Catalana. De
verdad que no entiendo cómo los políticos españoles no se percatan de
que este propósito es el evento más importante de la historia española
en unos cientos de años. Una República Catalana que los países europeos
se sentirán inclinados a reconocer vista la obtusa parálisis de los
sucesivos gobiernos españoles.
Sánchez también parece haber caído en la cuenta de que la independencia catalana es una ruina para España porque, dice, se rompe la unidad de caja
que es una manera de decir que se pierde una saneada fuente de ingresos
para el resto del país. No puede haber independencia catalana; ni
hablar. Hay que ir a la reforma de la Constitución. Pero, si lo he
entendido bien, por primera vez admite que, luego de la tal reforma,
haya una consulta. Al final va a ser una cuestión de nombres,
como sucede siempre cuando se tiene miedo a las ideas. Todo referéndum
es una consulta, pero no toda consulta es un referéndum. Todavía tiene
el socialista tierra virgen por explorar.
Dado que la reforma
constitucional va a requerir un referéndum, quizá dos, según cómo vengan
las cosas, ¿por qué no resumirlos, el de reforma y el de
autodeterminación, en uno solo? Uno que, por ejemplo, tuviera dos
opciones en una sola pregunta "¿quiere usted que Cataluña sea un Estado
independiente ya o prefiere que siga siendo parte de España según una
reforma de la Constitución que luego se someterá a referéndum en los
mismos términos de este? Es una propuesta razonable que devuelve la
iniciativa al gobierno; en este caso, a la oposición porque el gobierno
en funciones no está para estos galimatías. No estuvo nunca, ni cuando
estaba en no-funciones. La propuesta da iguales oportunidades a todo el
mundo, es fair play y a los socialistas los saca del bloque del
"no" a secas. Para eso ya está la Legión que, al parecer, desfilará hoy
por Barcelona detrás de la cabra, animal totémico apropiado al país que
representa. Nada de león, águila, toro o elefante. Una cabra.
Si
Sánchez es capaz de articular un mensaje en esos términos tiene muchas
papeletas para ganar la rifa. El premio: la gobernación de este
desastre.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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