Mal tienen que ver las cosas los de la
Gestora abstencionista para que, después de varios globos sonda, la
señora Díaz haya decidido dejarse de disimulos y ordenar la abstención
del PSOE. Lo ha hecho por boca del secretario de organización, Juan
Cornejo quien, a su vez traslada la posición de la Comisión Ejecutiva
andaluza. Se acabó la broma. El PSOE se abstendrá y los 85 diputados acatarán la decisión del CF como un solo hombre. El que no lo haga, aténgase a las consecuencias. Debería, según Cornejo, entregar su acta de diputado. Punto.
Sí,
las cosas están muy mal. Ya no basta con los sabios consejos de los
mandarines, las especiosas razones de los miembros de la Gestora o el
cerrado apoyo de los medios, encabezados por El País, cuyos
editoriales son consignas en favor de la abstención y ataques a Sánchez y
sus seguidores. Ya no basta la propaganda. Hay que acudir a la
jerarquía, el ordeno y mando y la amenaza. Frente a la decisión
abstencionista está produciéndose una rebelión de las bases, incluidas
las andaluzas.
A cortocircuitar este movimiento viene la tajante
posición y dura advertencia de la autoridad. Las bases en esto no
cuentan o yo no he oído a Cornejo o algún otro abstencionista tomarlas
en consideración. Cuando estos señores se refieren a que hay unanimidad
en el PSOE andaluz sobre la abstención, se refieren a sus órganos
representativos, pero no al sentir de la gente que, como es natural,
niega ese carácter representativo como contrario a su parecer.
La
rebelión se ha extendido como la pólvora, a Madrid, Zamora, Cantabria,
parte de Asturias, Murcia, Baleares, Valencia, Galicia, Euzkadi,
Canarias, Navarra y, por supuesto, Cataluña, cuya dirigencia ya ha
aclarado que los socialistas catalanes votarán "no" a Rajoy. En este
enfrentamiento entre los dirigentes andaluces y los catalanes se
anticipa lo que puede ser una reedición de las dos Españas, pero dentro
de la izquierda. Con la consecuencia de que se generalice la visión del
PSOE como un partido andaluz disfrazado de español, lo que suscita
animadversión en el resto del Estado y, desde luego, en Cataluña. A las
bases se suman voces de dirigentes relevantes y con autoridad, hasta
dentro de la propia Andalucía, de forma que esta querencia
abstencionista cada vez tiene peor prensa.
Y
con razón. La Gestora y sus animadores carecen de las dos piezas
esenciales para ganar un debate: no tienen justos títulos y tampoco
tienen razones válidas. La falta de títulos es evidente. Sin valorar la
forma en que se constituyó la gestora, esta no ha hecho otra cosa que
extralimitarse con decisiones y declaraciones que no le competen pues es
un mero órgano de gestión diaria, no un centro de adopción de
decisiones. Ya hay quien los ha denunciado en el juzgado de guardia.
Además
de carecer de justos títulos, la gestora y sus partidarios carecen
también de argumentos. Justifican la abstención por la necesidad de
evitar terceras elecciones, pero no responden a las observaciones de que
el resultado que prevén malo se deba a la situación en que ellos mismos
han puesto a su partido y menos lo hacen a la sugerencia de que
enmienden su yerro y repongan a Pedro Sánchez en el cargo del que tan
indignamente fue destituido.
Por
no hablar de esa tartamudeante excusa de que un gobierno en minoría del
PP estaría atado de pies y manos por una oposición intransigente. Un
poco más de jabón y acaban afirmando que Rajoy tendrá que gobernar con
el programa de la oposición. No es solo un argumento falso; es una
mentira deliberada. En cuanto el gobierno pierda un par de votaciones
que le interesen, disuelve las Cortes y convoca elecciones anticipadas,
con un PSOE destartalado, sin dirección y en cierto modo cómplice de las
demasías de la derecha. Adiós PSOE.
El
terror a las terceras elecciones es el terror a tener que gobernar en
condiciones extraordinariamente difíciles. Tanto que los abstencionistas
prefieren que lo haga el PP, en el estilo, con las formas y objetivos
característicos de esta orientación política. Es la tradicional cobardía
de la izquierda, siempre sumisa, dispuesta a aceptar las imposiciones
de la derecha sobre todo si intuye que hay un horizonte problemático en
la siempre viva cuestión catalana. Frente a ese "reto", las diferencias
entre la izquierda y la derecha españolas se difuminan a favor de la
derecha.
La pregunta es: ¿hasta tal punto importa al PSOE mantener un simulacro de Estado que está dispuesto a poner el gobierno en manos del partido más corrupto y con el peor presidente de la historia de la democracia?
Si, como dice Cornejo, no hay duda alguna de que el PSOE no quiere nada con el PP, lo mejor es demostrarlo con un NO y no con una abstención que es un NO/SI.
La pregunta es: ¿hasta tal punto importa al PSOE mantener un simulacro de Estado que está dispuesto a poner el gobierno en manos del partido más corrupto y con el peor presidente de la historia de la democracia?
Si, como dice Cornejo, no hay duda alguna de que el PSOE no quiere nada con el PP, lo mejor es demostrarlo con un NO y no con una abstención que es un NO/SI.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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