Foucault, sabido es, da la vuelta a Von
Clausewitz y dice que la política es la continuación de la guerra por
otros medios. Una de las estratagemas que señalan todos los teóricos de
la guerra es retirarse a tiempo, si es posible fingiendo una derrota
para contraatacar después con fuerza renovada. Y hacerlo cuando el
enemigo está debilitado por los destrozos que le dejara la victoria de
la abstención, que es un caso típico de victoria pírrica.
El
movimiento táctico de Sánchez parece estar articulado por un
triunvirato compuesto por Sánchez, Borrell y Patxi López, lo que le da
mucha solidez. Y parece asimismo sustentado en las 94.000 firmas,
recogidas por José Antonio Rodríguez, el mítico alcalde de Jun,
exigiendo congreso extraordinario como mandan los estatutos. No tengo
muy claro qué pueda hacer el campo contrario, hoy compuesto por una
confusa amalgama de la Comisión gestora, la Comisión Ejecutiva y la
señora Díaz, que ya es un cargo en sí misma.
Si
esta noticia se confirma y parece que se confirma de la forma más
contundente y fulminante que cabe hoy día, esto es, a través de un tuit.
En él Jordi Évole anuncia que Sánchez estará en el Salvados del
domingo. El tuit es este: "dar la cara" es lenguaje castizo, por cierto.
Das la cara para que te la partan. Como de pugilato. Pero el retorno de
Sánchez toca la fibra romántica del personal, es como el retorno de
Edmond Dantès, el Conde de Monte Cristo, a tomar cumplida venganza. Es
la recuperación del liderazgo político tras una derrota. Una astucia o
un destino.
Los
de la amalgama lo tienen crudo. Exigir mandato imperativo es
inconstitucional y, para separar a los votantes en conciencia de la
condición de diputado o militante del PSOE habrá procedimientos y no
será posible que lo decida una comisión gestora o gestante por mucho que
geste, ni una Comisión Ejecutiva por mucho que ejecute, ni la señora
Díaz por mucho que señoree.
Si
es inevitable un congreso extraordinario exprés, será para zanjar el
conflicto interno y convocar primarias a la secretaría general. La
petición de la militancia habrá de entenderse como un acto soberano del
cuerpo electoral y lo primero que hace un cuerpo electoral es votar.
Primarias, pues. Y a ellas se presentaría Pedro Sánchez, ahora quizá en
singular lid con la presidenta de Andalucía. Procedimiento abreviado de
dirimir un conflicto sin llegar a la batalla campal.
Supongo
que Sánchez, el triunvirato, ganaría las primarias holgadamente. Eso
significaría retorno del PSOE a la política de NO es NO. El acuerdo de
la abstención se hizo con un PSOE pero ahora el PSOE ha cambiado; el
acuerdo cambiará. La amenaza de ir a terceras era una baladronada
disfrazada de benevolencia al modo jesuita. Bajo ningún concepto querría
Rajoy ir a unas elecciones habiendo de enfrentarse a un PSOE
reunificado en la voluntad de impedir un gobierno de la derecha y con un
liderazgo, el de Sánchez, que se ha ganado cuantiosos apoyos entre el
electorado y no solo del PSOE.
Descubierta
la baladronada -mala táctica militar- el baladrón pasa a ser rehén de
aquel a quien quería intimidar. Para evitar terceras elecciones, el PP
hará lo que sea, incluso derogar su legislación anterior. Y si no...
elecciones anticipadas.
¿Y
si, a pesar de todo, no las convoca y deja que la legislatura
languidezca sin más? Y eso bajo un gobierno que ya ni en funciones está
pues no puede sacar adelante su programa si es que lo tiene, que no
parece. En ese caso, la oposición, PSOE, Podemos e indepes catalanes
podría ponerse de acuerdo en un programa mínimo para forzar la salida
del gobierno: una moción de censura con el compromiso de que el primer
acto del nuevo gobierno fuera convocar las aplazadas terceras
elecciones.
Y
permítaseme llevar mi optimismo un poco más allá, acercarme al terreno
utópico ahora que celebramos el 500 aniversario de la publicación de la Utopia de
Moro. Imagínese que esas tres fuerzas políticas llegan a un acuerdo de
formar un gobierno de izquierda, previa aceptación del PSOE de abrir un
proceso de negociación entre España y Cataluña.
Solo
la idea tiene un rechazo muy amplio entre los socialistas, ciertamente.
Pero digan estos qué alternativa hay a abrirse a la izquierda cuando es
evidente que la militancia está en contra de la apertura a la derecha.
El terreno queda expedito y lo único que se precisa es que esa
militancia sea consecuente consigo misma y apoye la apertura de una
proceso de negociación entre España y Cataluña en los términos que
enuncia el señor Tardà en el debate de investidura que yo titularía referéndum o referéndum,
para mí la mejor de la sesión. Una intervención abrumadora y
emocionante. Ninguno de los otros políticos representa una causa con el
grado de pasión, de comedimiento, de contundencia y orgullo con que lo
hace este hombre.
La propuesta de Tardà es meridiana: seguiremos la hoja de ruta hasta el referéndum unilateral de 2017, salvo que haya negociación. Voluntad
explícita de negociación, sin duda. Pero el problema no es el
principio, sino su articulación: la negociación bilateral
España-Cataluña (supuesto que los nacionalista españoles puedan asimilar
este binomio) plantea de inmediato el sempiterno problema de qué sea
España. Porque será raro que los vascos, los gallegos, los valencianos,
los baleares, los canarios y hasta es posible que los andaluces se
sientan individualmente representados por una confusa entidad
llamada "España" administrada por una oligarquía saqueadora que entiende
el Estado como un cortijo y lo público como sus olivares.
¿Qué
hacer, entonces? Quizá no sea mala idea separar el proceso negociador
del Parlamento, para no distraerse y convocar al efecto un órgano
deliberante, una convención de todos los territorios en igualdad de
condiciones para llegar a un acuerdo sobre la organización territorial
del Estado por unanimidad, que satisfaga a todos. De no ser así, apoyar
la propuesta que haya sido mayoritaria. Sea por unanimidad, sea por
mayoría, esa propuesta será sometida a referéndum en las Comunidades
Autónomas que lo requieran. Y de ello se sigue que el referéndum puede
contener dos opciones: 1. ¿Aprueba usted la propuesta de la Convención
Territorial? 2. ¿Prefiere usted la independencia de su Autónoma?
Podrían ser tres si se añade la de ¿prefiere usted que las cosas sigan
como están?
Ya
reconozco andar por barrios utópicos. Pero, velay, a lo mejor el
secreto del liderazgo está en la capacidad para poner a la gente a
pensar utopías.
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