domingo, 27 de mayo de 2018

Zaplana, calado hasta los huesos

MADRID.- 6,5 millones ocultos de Zaplana. Aquí la historia de Eduardo Zaplana en la semana del gran hundimiento del PP. Cuando el ex ministro, símbolo del 'milagro' de Aznar, ha entrado en la cárcel por blanqueo, y el PP ha sido condenado por lucrarse de la maraña corrupta de la 'trama Gürtel'. Su perdición arranca con cuatro papeles que el ex presidente de Valencia se olvidó en un falso techo de su primer piso de lujo... Un amigo: "No entendemos cómo un tipo tan inteligente como él ha caído tanto tiempo después, y por un despiste", recoge El Mundo.

Una figura con estampa de alero de baloncesto recorre los pasillos de parqué de uno de los centros deportivos más exclusivos de Madrid. Su cuerpo es fibroso y luce calcetines blancos relucientes a la altura de las rodillas como si fuese un jugador de la NBA. Le acompaña uno de los entrenadores personales más veteranos de este gimnasio vip (120 euros al mes) al que también acudían los ex presidentes de la Comunidad de Madrid Ignacio González y Cristina Cifuentes. Es sábado. Y, como todos los fines de semana, acude disciplinado a su cita. Dos horas y media de levantar pesas con las piernas, machacarse los abdominales en el suelo y hacer bicicleta elíptica.
Siempre fue esclavo de su imagen, pero ahora, a sus 62 años, con una leucemia diagnosticada y tratada que no acaba de abandonarle, tiene otra razón para cuidarse. En el club se refieren a él como «don Eduardo» y cuando alguno de los asiduos le pregunta por su etapa política prefiere cambiar de tema. Responde con evasivas. Aquel sábado parecía aún intocable, a pesar de que las sospechas de corrupción llevaban años persiguiéndole.
La noticia abrió los informativos de este martes: Eduardo Zaplana, símbolo de toda una época en el PP -alcalde de Benidorm, presidente de la Comunidad Valenciana, ministro de Trabajo y portavoz del Gobierno de Aznar en el 11-M-, detenido. La Guardia Civil le acusa de los presuntos delitos de blanqueo de capitales, cohecho, prevaricación, malversación, delito fiscal... por haber enviado dinero a paraísos fiscales procedente de comisiones obtenidas por adjudicaciones de contratos públicos cuando era presidente de la Generalitat Valenciana.
El jueves a las 1.17 horas de la noche, «don Eduardo», el eterno conseguidor, el businessman de los felices 90, «el encantador de serpientes», como le define un amigo, entró en la cárcel de Picassent, a 21 kilómetros del Palau de la Generalitat que él mismo gobernó.
La caída de Zaplana, aperitivo de la severa condena por el caso Gürtel, ha cogido por sorpresa a su reducido núcleo de amigos, con los que ha solido verse en restaurantes de primer nivel hasta días antes de su detención. «No entendemos que un tipo inteligente como él haya caído tanto tiempo después y por un despiste», asegura uno de ellos.

Primer capítulo

El papel oculto en un falso techo que, en manos del jefe de una mezquita, acabó con su 'trama'
El mandato en la Comunidad Valenciana de Eduardo Andrés Julio Zaplana Hernández-Soro (Cartagena, 1956) siempre estuvo bajo la sombra de la sospecha. Terra Mítica, el Instituto Valenciano de la Exportación, los contratos con Julio Iglesias, sus vínculos con la Caja de Ahorros del Mediterráneo... y todo precedido por el caso Naseiro, la trama de financiación irregular del PP que se derrumbó cuando el Tribunal Supremo anuló las escuchas policiales y en la que Zaplana declaraba su intención de hacer dinero. (No fue grabado diciendo aquello de «He venido a la política a forrarme», como siempre se le ha atribuido erróneamente, sino esta otra frase, en 1990: «Me tengo que hacer rico porque estoy arruinado»).
Pero no. Pese a la desconfianza que generaba su figura, nada ni nadie consiguió sentarle en un banquillo. Ni tan siquiera que prestara declaración en calidad de investigado. Sólo ahora, cuando hace 10 años que había aparcado su carrera política, aquellas sospechas le han enviado a prisión.
El principio de su fin fue un curioso hallazgo, fruto quizá de un olvido imperdonable. Un empresario sirio llamado Imad al Naddaf alquiló un piso de lujo en Valencia que en el pasado había pertenecido a Zaplana. Y, realizando supuestamente una reforma en la vivienda, situada en el edificio La Pagoda de la plaza de la Legión, uno de los barrios más exclusivos de la ciudad, encontró tras un falso techo cuatro hojas manuscritas. 
Hace tres años, esas cuatro hojas acabaron en manos de la Fiscalía Anticorrupción gracias a Marcos Benavent, el llamado yonqui del dinero. Según el relato de este comisionista arrepentido del PP (con sus grabaciones desencadenó la operación Taula en torno a la ex alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, y al ex presidente de la Diputación, Alfonso Rus), Al Naddaf, un habitual de los círculos empresariales valencianos, le había entregado los papeles poco después de instalarse en la antigua residencia de Zaplana.
El aludido, fundador del Consejo Islámico Valenciano y ex responsable de la Gran Mezquita de Valencia, se aferra ahora al secreto de sumario para no comentar su participación en el caso. «Muchos datos que se han publicado son incorrectos», se limita a contestar a preguntas de este suplemento.
¿Y qué ponía en esas cuatro páginas? En ellas, Zaplana habría esbozado el plan para cobrar 6,4 millones de euros en comisiones a través de dos adjudicaciones cocinadas en su etapa al frente del Gobierno valenciano (1995-2002): una relativa a la privatización de la Inspección Técnica de Vehículos (ITV) y otra vinculada al Plan Eólico de la Comunidad Valenciana, según el auto de la juez que investiga la denominada operación Erial, María Isabel Rodríguez Guerola, desvelado por El Mundo. Las jugosas mordidas procederían, vía Luxemburgo, del grupo empresarial Sedesa, perteneciente a la familia Cotino.
La investigación sobre las ITV, adjudicadas en 1998 por 37 millones y por un plazo de 25 años, prorrogables a 75, a una unión temporal de empresas (UTE) entre las que figuraba Sedesa, se centra en el cambio normativo que introdujo en 2009 el entonces consejero valenciano Rafael Blasco, condenado a nueve años de prisión por el caso Cooperación
La modificación impuso nuevas cláusulas como la revisión de la sonometría, que elevaron el precio medio por revisión de vehículo de 18,4 a 46,5 euros. Fue entonces cuando muchos de los concesionarios vendieron su participación, con lo que lograron importantes beneficios.
El procedimiento con respecto al Plan Eólico fue similar. En 2002 la Generalitat adjudicó por lotes las zonas de implantación de los molinos de viento. Y Sedesa resultó adjudicataria (en una UTE denominada Proyectos Eólicos Valencianos) de la zona sexta. La firma de Vicente Cotino (sobrino del ex vicepresidente del Gobierno valenciano y ex director de la Policía Nacional Juan Cotino) disponía de una participación del 25% del total de Proyectos Eólicos Valencianos, mientras que Endesa, a través de su filial ECyR, era propietaria del 55% de las acciones y Bancaja, del 20%. 
Siete años y 16 días después, la empresa dirigida por Vicente Cotino salía de Proyectos Eólicos Valencianos vendiendo su participación a Endesa y apuntándose con la operación un beneficio neto de 34,7 millones de euros, según consta en la documentación remitida al Registro Mercantil.
Todo, sin embargo, había quedado tapado hasta la aparición de los papeles en la antigua vivienda de Zaplana. A partir de ahí, la titular del juzgado de instrucción número 8 de Valencia ha tirado del hilo hasta vincular al ex ministro con un desvío de fondos realizado hace 12 años a través de una sociedad llamada Imison Internacional.
Los ingredientes de película en este caso no se agotan. Porque quien administraba esta sociedad, radicada en Luxemburgo, era nada menos que la sobrina de Francisco Paesa, investigada en su día por dar cobertura con sus empresas a su tío, el célebre espía que ayudó a fugarse de España al ex director general de la Guardia Civil Luis Roldán.
En todo caso, el dinero vinculado a Zaplana, siempre según el auto judicial, habría permanecido oculto en Uruguay, Andorra y Paraguay. Hasta que en 2005 y 2006 dio inicio la operación para que esos fondos volvieran, blanqueados, a España.
El ex presidente de la Comunidad Valenciana lo niega todo.

Segundo capítulo

La pista uruguaya y el negocio de limpiar el Mar Menor con Ignacio González
En los documentos que ha investigado la Guardia Civil en la operación Erial, Uruguay ocupa un papel importante. En concreto, aparecen citados dos bufetes de este país: la firma Caputi & Ventura y el abogado Fernando Belhot, socio del despacho South Capital Partners, con sede en Montevideo.
Según la investigación, Belhot podría ser la persona que asesoró a Zaplana para crear un entramado offshore con el fin de ocultar su fortuna. Lo cierto es que no es la primera vez que este abogado aparece en una investigación policial ligada al ex ministro.
El letrado uruguayo formó parte de un trío de negocios que hace poco más de un año emprendió un proyecto cuanto menos llamativo. Lo formaban, según desveló la operación Lezo, el ex presidente de la Comunidad de Madrid Ignacio González (que en el negocio se hacía llamar Jaime Liberal), Eduardo Zaplana y el propio Belhot.
Su idea: comprar la licencia de un producto químico para el tratamiento de aguas fabricado por la firma alemana Shieer e introducirlo en España. 
En febrero de 2017, según publicó el diario La Verdad, el abogado uruguayo se presentó con un ciudadano alemán y otro chileno ante la Consejería de Agricultura de Murcia (de donde es originario Zaplana) para vender un producto milagroso que acabaría con la contaminación del Mar Menor. Vertiendo su aditivo líquido, llamado Biofish, las aguas quedarían purificadas, sostenían.
La aventura (fallida) salió a la luz cuando estalló el caso Lezo. ¿Era una estrategia para blanquear dinero? Según el juez Eloy Velasco, que instruía la causa, Ignacio González pudo recurrir a la estructura societaria de Belhot para traer a España fondos radicados en el extranjero.
El abogado ha reconocido esta semana a El Confidencial que conoce a Eduardo Zaplana desde hace años, y que el ex ministro fue quien le presentó a Ignacio González.
Los dos ex presidentes autonómicos no han perdido el contacto en los últimos tiempos, por cierto. (Tampoco Zaplana y José María Aznar). «Don Eduardo» vio a González por última vez en la boda de la hija del madrileño a principios de este mes. Su entrada en prisión y posterior excarcelación no los separó.
«Eduardo es muy amigo de sus amigos», dice una fuente cercana a él. «Cuando te dan una hostia o pierdes tu puesto de trabajo, es el primero en llamarte».

Tercer capítulo

Las casas de lujo del ex ministro y su sueldo en Telefónica
La Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil sigue ahora la pista del dinero ligado a Eduardo Zaplana. Supuestamente, el ex ministro utilizó como testaferros a un matrimonio de toda confianza: su amigo de la infancia Joaquín Barceló Llorens -con el que formó parte de la peña festiva El Picarol en Benidorm, y a quien el ex ministro fue colocando en distintos cargos públicos mientras él ascendía políticamente-, y su mujer, Felisa López González.
Los investigadores sospechan que la pareja ayudó a Zaplana a ocultar parte de su fortuna a través de sus empresas. Los Barceló-López poseen seis sociedades con sede en Alicante que suman unos activos inmobiliarios valorados en 9 millones de euros, según informó El Economista.
Bajo lupa están también los movimientos patrimoniales que Eduardo Zaplana y su familia han llevado a cabo en los últimos meses. Su entorno insiste en que su nivel de vida no era ostentoso y sí muy rutinario.
El ex ministro popular tenía despacho en Telefónica en calidad de asesor en el área de asuntos públicos. La compañía de comunicaciones lo fichó en 2008, en cuanto dejó su escaño en el Congreso de los Diputados, por un sueldo que nunca ha sido revelado, aunque sí estimado en unos 600.000 euros anuales. 
El mismo día de su detención, Telefónica suspendió su relación laboral con él, casi al mismo tiempo en que el PP anunciaba también la suspensión de su militancia. En su entorno subrayan, en todo caso, que no fue el PP quien le colocó en la empresa. «Fue su gran amigo Javier de Paz, mano derecha de [José Luis Rodríguez] Zapatero, el que le ayudó a entrar en Telefónica a pesar de lo que se ha ido contando», asegura uno de los amigos más cercanos de Zaplana.
Desde hace seis años el ex ministro del PP cobraba otro sueldo (99.000 euros en 2017) de la distribuidora de tabaco Logista por su cargo como consejero independiente, además de administrar Decuria Consulting, una consultora especializada en abrir puertas que fundó poco después de fichar por Telefónica y que en ocho años facturó más de 2,3 millones de euros.
¿Y sus inmuebles?
A nombre de Eduardo Zaplana y de su esposa, Rosa Barceló Martorell (hija del rico hotelero Miguel Barceló, ya fallecido), figuran actualmente dos: un chalé con piscina en la Cala de Benidorm y un piso de 290 metros cuadrados en la calle Monte Esquinza, en la selecta zona madrileña de Almagro (barrio de Chamberí), que el ex ministro estaba reformando. Una de las líneas de la investigación tiene que ver con esta casa: Zaplana la compró el pasado marzo por alrededor de 1,8 millones de euros a tocateja, sin hipoteca.
La familia asegura que adquirió el inmueble con el dinero que acababa de ingresar (2,8 millones de euros) gracias a la venta de otro: un imponente piso de 532 metros cuadrados en el número 138 del Paseo de la Castellana, junto al estadio Santiago Bernabéu, donde Zaplana y los suyos se establecieron en noviembre de 2002 cuando le nombraron ministro y tuvo que trasladarse a Madrid.
Aquella adquisición ya generó sospechas en su día: Zaplana pagó 1,62 millones de euros por el piso con un préstamo bastante ventajoso concedido por la Caja de Ahorros del Mediterráneo. Según explica el ex periodista de El Mundo Alfredo Grimaldos en su libro de investigación Zaplana. El brazo incorrupto del PP (editorial Foca, 2007), en la fecha de concesión del crédito el secretario de la caja era su amigo Francisco Grau Jornet, quien esta semana ha sido también arrestado como presunto contable de la trama de blanqueo.
«No tiene dinero fuera de España y siempre ha vivido de acuerdo con sus posibilidades», han dicho fuentes familiares a El Mundo
Argumentan que también el piso de Castellana lo compró Zaplana con la venta de otro anterior, la vivienda familiar ubicada en Valencia en la que el empresario sirio encontró los papeles que originaron la operación Erial.
Sin embargo, otro dato cuestiona esta versión. Según la información de Grimaldos, Zaplana y familia no vendieron su casa de Valencia hasta otoño de 2006, cuatro años después de marcharse a la capital.

Cuarto capítulo

Y cómo últimamente se hacía 'el pobre' y pedía dinero a sus amigos
«Sabemos que siempre ha estado en el punto de mira, sobre todo, con los pinchazos de la operación Lezo, pero pensábamos que eran meras sospechas y que no había nada», asegura un amigo de Zaplana. 
«Cuando nos hemos enterado de que supuestamente guarda un montón de millones de euros en Uruguay, no nos lo creíamos. Porque, de hecho, ha llegado hasta a pedir dinero a algún amigo, y no es comprensible si tienes ese dineral. Era una persona que no exhibía su dinero».
Algunos en su entorno creen ahora que si Zaplana les solicitaba ayuda económica era para ocultar que al otro lado del charco guardaba la cantidad suficiente como para asegurar una vida tranquila a varias generaciones.
En los últimos meses el ex ministro vivía de alquiler. Y seguía haciendo negocios. Según las fuentes consultadas, hace unos meses cerró un restaurante que compartía junto a otros socios en los bajos de un hotel de lujo junto a la plaza de Colón en Madrid debido a que las cuentas no iban bien. También intentó comprar un edificio en Alicante para convertirlo en apartamentos, aunque finalmente no lo consiguió.
En sus reuniones con su círculo, en todo caso, las preocupaciones que trasladaba eran su familia (tiene dos hijas; su hijo Eduardo murió en 2011 con tan sólo 22 años a causa de una enfermedad que padecía de nacimiento) y su recuperación de la leucemia. Eso sí, en las últimas fechas había manifestado un especial pesimismo respecto al devenir del Partido Popular.
«Últimamente decía que veía cómo ahora los políticos del PP no tenían empaque, preparación, como los de antaño. Que les faltaba categoría política. Que antes tenían a Álvarez Cascos, que te podía gustar más o menos pero controlaba el partido con mano de hierro y tenía visión», comenta una fuente cercana. 
«Decía que ahora el PP no tiene visión política y que no ha sabido anticipar el asunto de Cataluña, del que él mismo avisó a Rajoy hace años. Pero no es sólo crítico con el PP; también con el resto de partidos, de los que dice que tienen muy poco nivel».
Aunque la inquina la reservaba, según su entorno, para el presidente del Gobierno, a quien le gustaba referirse con calificativos tan poco halagüeños como «el hijo de puta». Esa animadversión ya quedó clara en los pinchazos que posibilitaron que trascendiera una conversación suya con Ignacio González:
-Éste no puede continuar. Este Rajoy es imposible. Esta legislatura no puede durar. Yo jamás voy a hacer nada [por lo] que puedan decir que he jodido el PP. Pero eso sí, cuando llegue el momento [en] que éste caiga, poner claramente cuál es mi posición y que yo con éste no tengo nada que ver. A ver si cuando éste caiga nos va a arrastrar a todos.
«No le perdona que haya tratado de hacer ver que él era el único limpio de aquella generación del PP cuando él estaba metido en el ajo», indica el amigo. 
«El PP antiguamente cuidaba mucho más a los suyos y ahora ve cómo Rajoy se va quitando de encima a amigos como si fueran unos apestados con tal de aguantar en el poder».

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