MADRID.-
En su tercer mensaje de Navidad desde que fue proclamado Rey, Felipe VI
ha defendido la unidad del país, el respeto a la ley y la voluntad de
profundizar en una España de "brazos abiertos y manos tendidas", al tiempo que ha hecho un llamamiento a los partidos a alcanzar consensos básicos desde el diálogo.
Éste es el texto íntegro del mensaje:
"Buenas noches.
En
estas horas de la Navidad quiero desearos, junto a la Reina y nuestras
hijas Leonor y Sofía, unas felices fiestas y nuestra esperanza de que el
2017 sea un año mejor para todos. Y en una noche como la de hoy, a
tantas familias que han sufrido las recientes inundaciones en nuestro
país, quiero decirles especialmente que las tenemos muy presentes.
Navidad
es nacimiento, y celebrar con alegría lo que nace es tener fe en el
futuro. Es en momentos como estos, cuando los sentimientos personales y
colectivos de afecto, de amistad y de fraternidad, creados a través de
nuestra convivencia, nos recuerdan el gran patrimonio común que
compartimos. Un patrimonio que merece el cuidado de todos y que todos
debemos ayudar a proteger como lo mejor que tenemos y somos; como lo
mejor de lo que nos une.
Como es tradición, permitidme esta noche
que comparta con vosotros algunas reflexiones sobre nuestro presente y
sobre nuestro futuro, procurando extraer de todo lo que hemos vivido,
especialmente durante este 2016, aquello que mejor nos ayude a seguir
adelante.
Siempre se ha dicho que los momentos más difíciles de
la vida son las mejores oportunidades para descubrir nuestra fuerza
interior, para comprobar nuestro carácter, nuestra verdadera dimensión. A
lo largo de este año he estado en diferentes lugares de nuestra
geografía nacional. Y tengo que deciros que, en todo ese recorrido por
nuestros pueblos y ciudades he visto dificultades y problemas para
muchos de nuestros compatriotas; pero también trabajo duro, honesto,
sacrificado; mucha capacidad y talento; y, sobre todo, determinación,
ganas de salir adelante.
He comprobado, una vez más, el valor que
tiene en nuestra sociedad la familia, porque su ayuda ha permitido a
muchos sobrellevar los peores momentos.
He conocido a
trabajadores y profesionales, hombres y mujeres que, con su esfuerzo
sereno, durante estos largos y difíciles años, sin desfallecer ni
resignarse, sostienen con gran dignidad y coraje a sus familias, sus
vidas y sus trabajos.
He visto, también, en muchos compatriotas
la decisión de asumir riesgos para crear o defender puestos de trabajo, y
el valor para levantarse y reemprender la tarea después de haber visto
destruidas obras hechas con ilusión y gran sacrificio.
Podría
dar, además, innumerables ejemplos de solidaridad. Muchos de vosotros
entregáis con generosidad vuestro saber, vuestro tiempo y esfuerzo, y
sobre todo vuestro corazón, para ayudar a los demás; sois capaces de
reaccionar ante cualquier emergencia, probando siempre que, allá donde
haga falta, allá donde se necesite una palabra de aliento o una mano
amiga, hay un español que demuestra con obras la grandeza y el alma más
profunda de nuestra tierra.
Como también he sido, y soy
continuamente, testigo de la labor de tantos servidores públicos que,
con una extraordinaria vocación de servicio a la comunidad, garantizan
nuestras libertades, atienden nuestros hospitales o educan a nuestros
hijos; muchos compatriotas que, dentro y fuera de España, velan por
nuestra seguridad, defienden nuestros valores y contribuyen al avance de
la ciencia y al enriquecimiento de la cultura. Todos ellos son la
imagen de nuestro país y también hacen posible que nuestro Estado
funcione y que podamos celebrar un día como hoy.
Todo esto para
mí y para todos nosotros, es un motivo para sentirnos auténticamente
orgullosos; y también es una razón para la esperanza, porque una
sociedad que mantenga estas actitudes, estas convicciones y estos
valores no puede tenerle miedo al futuro. Estoy seguro de que nuestra
memoria colectiva reservará un lugar de honor en la historia para estos
tiempos de sacrificio y abnegación; pero también de generosidad y
superación.
Pero tenemos que seguir mirando hacia adelante
construyendo nuestro país, construyendo también Europa. Tenemos que
esforzarnos, paso a paso, día a día y con espíritu positivo, para que la
prosperidad y el bienestar sean la base de una convivencia ilusionada. Y
por eso hay varios asuntos a los que, concretamente, quiero referirme
esta noche:
Es cierto que la crisis ha impuesto grandes
sacrificios. Hoy, sin embargo, vivimos con la esperanza de la
recuperación que ya hemos iniciado. Todos deseamos que esa recuperación
se consolide, que nos permita además crear mucho más empleo y de
calidad, y también corregir tanto las desigualdades derivadas de una
crisis tan profunda como la que hemos vivido, como fortalecer, en
general, nuestra cohesión social, que es una garantía para asegurar la
estabilidad y el equilibrio de nuestra sociedad.
En ese sentido,
es muy importante para todos que muchas familias puedan recuperar su
nivel de vida y que nuestros jóvenes puedan tener oportunidades de
futuro, de ilusión, de confianza; que sobre todo las personas más
desfavorecidas o más vulnerables tengan la certeza de que no se quedarán
en la soledad del camino que España tiene que recorrer en el siglo XXI.
Por
otra parte, hemos superado una compleja situación política que conocéis
bien. Es importante ahora que en nuestra sociedad se haya recuperado
serenidad y que los ciudadanos puedan tener la tranquilidad necesaria
para poder llevar a cabo sus proyectos de vida. Como igualmente es
esencial, de cara al futuro, que el diálogo y el entendimiento entre los
grupos políticos permita preservar e impulsar los consensos básicos
para el mejor funcionamiento de nuestra sociedad.
Y me gustaría
insistir esta noche también en la necesidad de que cuidemos y mejoremos
en todo momento nuestra convivencia. Y la convivencia exige siempre, y
ante todo, respeto. Respeto y consideración a los demás, a los mayores,
entre hombres y mujeres, en los colegios, en el ámbito laboral; respeto
al entorno natural que compartimos y que nos sustenta. Respeto y
consideración también a las ideas distintas a las nuestras. La
intolerancia y la exclusión, la negación del otro o el desprecio al
valor de la opinión ajena, no pueden caber en la España de hoy.
Como
tampoco son admisibles ni actitudes ni comportamientos que ignoren o
desprecien los derechos que tienen y que comparten todos los españoles
para la organización de la vida en común. Vulnerar las normas que
garantizan nuestra democracia y libertad solo lleva, primero, a
tensiones y enfrentamientos estériles que no resuelven nada y, luego, al
empobrecimiento moral y material de la sociedad.
Porque el
progreso, la modernización, el bienestar, requieren siempre de una
convivencia democrática basada en el respeto a la Ley, en una voluntad
decidida y leal de construir y no de destruir, de engrandecer y no de
empequeñecer, de fortalecer y no de debilitar.
Porque ahora es el
momento de pensar en la España que queremos para las próximas décadas,
que será la de nuestros jóvenes de hoy, y de forjarla con solidez. Y
para ello, debemos concentrar nuestras energías en mirar hacia el mundo
que nos rodea, y darnos cuenta cabalmente de por dónde va.
Un
mundo muy incierto, con grandes desafíos políticos, sociales o en
materia de desarrollo y seguridad, por ejemplo. Pero entre ellos, hoy
quiero detenerme en los avances de la tecnología que, a escala global,
condicionan cada día más nuestras vidas cotidianas.
Vivimos una
nueva realidad que ha cambiado la forma de comunicarnos y relacionarnos
entre nosotros; de recibir información necesaria para formar nuestra
opinión y tomar decisiones; que se ha introducido en nuestras empresas,
en nuestras fábricas y en nuestras industrias, transformando los
procesos productivos y los empleos, tal y como los conocíamos. Incluso
está transformando nuestros colegios, universidades y centros de
formación. Nunca antes en la historia de la Humanidad y en un espacio de
tiempo tan corto, se habían producido cambios tan grandes.
Hoy
sabemos que no se trata ya solo de una revolución tecnológica: es algo
mucho más profundo. Es un nuevo modelo del mundo que traspasa fronteras,
sociedades, generaciones y creencias.
En este contexto es
evidente que debemos adaptarnos a esa nueva realidad imparable y
desarrollar al máximo nuestras habilidades para actuar con éxito en la
ciencia, en la economía o en la cultura, también en la industria y en la
seguridad; pero preservando siempre los valores humanos que nos
identifican y nos definen. No debemos esperar a que esa nueva realidad
se imponga sobre nosotros; tengamos en cambio, la fuerza y el empuje
suficientes como país para anticiparnos y asumir el protagonismo
necesario en la nueva era que se abre ante nosotros.
Y en esa
tarea la educación es -y será sin duda- la clave esencial. Una educación
que asegure y actualice permanentemente nuestros conocimientos; pero
que también forme en lenguas y en cultura; en civismo y en valores; que
prepare a nuestros jóvenes para ser ciudadanos de este nuevo mundo más
libres y más capaces y que sepan aprovechar la experiencia de nuestros
mayores. Una educación que fomente la investigación, impulse la
innovación, promueva la creatividad y el espíritu emprendedor como
rasgos y exigencias de la sociedad del futuro, que es ya la sociedad de
nuestros días.
No quisiera ocupar durante más tiempo vuestra
atención en una noche que debe ser de celebración familiar; aunque no
quiero terminar sin deciros que creo sinceramente en una España
consciente, solidaria, firme en sus valores, alejada del pesimismo, de
la desilusión o el desencanto; creo en una España decidida a superar las
dificultades que, aunque grandes, son también vencibles.
Y no
tengo duda de que seremos capaces de superarlas si entendemos que ya no
vivimos tiempos para encerrarnos en nosotros mismos, sino para abrirnos
al mundo; si tenemos claro que no lo son tampoco para fracturas, para
divisiones internas, sino para poner el acento en aquello que nos une,
construyendo sobre nuestra diversidad; son tiempos para profundizar en
una España de brazos abiertos y manos tendidas, donde nadie agite viejos
rencores o abra heridas cerradas. Tiempos, en fin, en los que tenemos
motivos y razones más que poderosas para la unión, para trabajar todos
juntos, desde cualquier lugar de nuestro gran país, con ilusión, con
ideales y con proyectos para la mejor España.
Así lo siento y así
lo creo. Y con esa profunda convicción os deseo, en esta noche a todos y
a cada uno de vosotros y a vuestras familias, una muy feliz Navidad.
Eguberri on / Bon Nadal / Boas festas. Buenas noches. Y Feliz y próspero
2017".
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